sábado, 29 de octubre de 2011

CAPITULO 17


-Quizá deberíamos ampliar el plano -dijo alguien del equipo de grabación.

-¡Silencio! -exclamó Jason-. Bill, (Tu nombre). Ese beso ha sido extraño. Repetidlo de nuevo y tratad de que no sea tan forzado.

-Jason, (Tu nombre) ya te advirtió que las imágenes del beso podían no quedar bien -dijo Bill, que parecía muy tranquilo-. Además, hace un par de horas desde nuestro último beso, ¿verdad, cariño? Será mejor que nos controlemos esta vez. ¿Estáis todos listos?

(Tu nombre) no lo estaba, pero no podía articular palabra en aquellos momentos. El segundo beso fue más frío y controlado y, tal y como había imaginado, más fotogénico. A pesar de que tenía los ojos cerrados, pudo percibir los destellos de las cámaras. ¿0 serían quizá los efectos retardados del primer beso? Sentía como si pequeñas descargas eléctricas recorrieran su cuerpo.

Bill continuaba estrechándola. La rodeaba por la cintura mientras apoyaba la cadera contra uno de los mostradores de la joyería. Tenía que poner fin a aquello antes de que él se diera cuenta lo aturdida que se sentía.

(Tu nombre) dio un paso atrás y tosió para aclararse la garganta.

-Estoy segura de que esta vez ha quedado bien. ¿Qué es lo siguiente que tenemos que hacer?

El director sacudió la cabeza.

-Un momento. Eso ha sido sólo una prueba para ajustar la luz y unas cuantas cosas más. Lo repetiremos una vez más y enseguida nos pondremos a trabajar en serio.

-¿Quieres decir que vamos a estar...? -comenzó a preguntar (Tu nombre), y se detuvo en seco.

-Pasar la mañana besándonos es una de las cosas más placenteras que se me ocurren -murmuró Bill-. Elijamos los anillos mientras hacen los cambios.

-¿Por qué? -preguntó (Tu nombre) observando los anillos de la bandeja-. Son todos muy parecidos. Grandes y redondos, grandes y cuadrados...

-¿Qué inconveniente tienes con los diamantes?

-Ninguno, siempre y cuando vengan con algún tipo de ayuda para llevarlos puestos.

Bill se cruzó de brazos.

-Si no te gustan, ¿entonces qué quieres?

-No importa, volveré a mirarlos para escoger uno -dijo (Tu nombre) mirando otra de las bandejas de anillos.

-Esas son piezas antiguas.

-Y únicas -comentó (Tu nombre)-. Únicas y tradicionales. Podemos mostrar que los almacenes Kaulitzwells se preocupan por los valores tradicionales, la continuidad del negocio y el compromiso de que seguirá ahí para las generaciones venideras. El servicio al cliente durará tanto como los diamantes que se venden en tus tiendas.

Bill la miró asombrado.

-No es mala idea.

-Yo me ocuparé de los lemas de la campaña, gracias -dijo Jason con voz impaciente-. Y ya los hemos elegido, ¿recuerdas? Está bien, estamos listos para seguir -añadió subiendo el tono de voz.

-(Tu nombre) no lo está. Todavía no ha elegido el anillo -dijo Bill.

-Ha dicho que no le importa el anillo -recordó Jason.

-Pero yo digo que sí importa -dijo Bill.

Mientras seguían discutiendo, (Tu nombre) continuó mirando los anillos. Al dar un paso para acercarse a las joyas antiguas, su tobillo se dobló por la falta de costumbre de llevar tacones. Rápidamente buscó el brazo de Bill para sujetarse y el anillo que llevaba puesto se enganchó con la manga de su camisa, sacándole un hilo y clavándose en la mano de él. El arañazo comenzó a sangrar y (Tu nombre) lo miró horrorizada.

-Lo siento, Bill.

Él se miró la mano.

-No hay duda de que ese diamante ha dejado huella -dijo frotándose la mano, y se giró hacia el encargado del departamento-. ¿Vendemos algo que pueda considerarse como un arma letal?

(Tu nombre) continuó mirando los anillos. Cegada por el brillo de los anillos, sus ojos necesitaron unos segundos para ajustarse y poder contemplar la belleza de las piezas más antiguas: collares, pulseras y pendientes que habían sido lucidos por varias generaciones. Había pocos diamantes y más piedras de otros colores. El oro no era tan reluciente como en los anillos modernos: su brillo se había perdido con el transcurso del tiempo. Algunas piezas presentaban algunas ralladuras que eran visibles sólo con una lupa.

A un lado de la bandeja había un estuche forrado con una tela azul. Dentro había un anillo de oro con una amatista ovalada. Era una joya muy sencilla y muy bonita, que llamó poderosamente su atención.

-Quiero ver ese anillo -dijo (Tu nombre) y, sin mediar palabra, el director del departamento de joyería sacó el estuche y se lo entregó.

Jason miró por encima del hombro de (Tu nombre) e hizo una mueca.

-Bill, ya hemos decidido esto. Estamos perdiendo el tiempo -protestó Jason.

-Cierto -dijo Bill tomando el estuche de las manos de (Tu nombre) y dejándolo sobre el mostrador.

Ella abrió la boca para protestar. Lo único que quería era probarse el anillo. No le llevaría más de quince segundos. Así que decidió seguir haciendo lo que se esperaba de ella: elegir un gran diamante y contentar a todos. Estaba claro que Bill no había hablado en serio cuando había dicho que era ella la que tenía que hacer la elección del anillo.

Bill tomó su mano. ¿Qué iba a hacer?

Él tomó el anillo de diamantes -que llevaba puesto, se lo sacó y lo dejó sobre la bandeja junto a los demás diamantes. Luego, sacó el anillo de la amatista y se lo puso.

-Bill, cualquiera de los anillos que habíamos elegido estará bien. Desde luego, mucho mejor que ese -dijo Jason.

Bill no dijo nada y se quedó callado contemplando el anillo en la mano de (Tu nombre). Ella, sin embargo, observó el gesto de impaciencia en el rostro de Jason.

-No importa, Bill. Elijamos un diamante y sigamos trabajando -dijo (Tu nombre).

-Sí que importa. Vas a llevar ese anillo durante una temporada, así que elegirás uno que te guste. ¿Qué te parece éste? -preguntó Bill sin dejar de mirar el que acababa de ponerle.

«Vas a llevar ese anillo durante una temporada», se repitió (Tu nombre).. Bill tenía razón: tres meses empezaban a parecer mucho tiempo.

El anillo era tan ligero que parecía no llevar nada en el dedo.

-Me gusta mucho -admitió ella-. No es tan aparatoso como los otros.

Bill pasó su dedo gordo sobre la amatista.

-No sé si habrá alguna alianza que vaya bien con este anillo.

«Vaya, ahora tenemos que comprar unas alianzas aunque no vayamos a usarlas».

-Podemos diseñarlas -dijo el joyero.

-¿De veras? -preguntó (Tu nombre)-. No sabía que también hacían eso aquí.

-Tampoco lo saben muchos de nuestros clientes -dijo Bill-. Así lo sabrán por los anuncios. ¿Has visto que buena idea, Jason? Y ahora, sigamos trabajando. Tengo una cita para comer.


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