La mañana amaneció gris, con el cielo encapotado, fuerte viento y
la lluvia golpeando en las ventanas. (Tu nombre) se dio la vuelta, miró por la
ventana y por un momento se planteó quedarse en la cama y esconder la cabeza
bajo la almohada como si nunca hubiera oído hablar de Bill Kaulitz.
Lo que había pasado el día anterior había sido una pesadilla.
Desde la increíble y arrogante propuesta de convertirse en su prometida en toda
aquella historia, hasta el interrogatorio que le había hecho mientras comían
pizza. Se sentía atrapada en un mundo surrealista donde nada era lo que
parecía.
Como aquella sonrisa que había esbozado, al decir que los grandes
almacenes Kaulitzwells no venderían zapatos de cristal. Era la primera vez en
el día que parecía que algo le había divertido.
Suspiró. Quizá si volviera a dormirse comprobaría que había sido
tan sólo un sueño.
Entonces recordó la habilidad que tenía aquel hombre para salirse
con la suya y decidió levantarse. Había llegado a un acuerdo con él y tenía que
cumplirlo.
Cuando (Tu nombre) bajó la escalera, la señora Cusack ya estaba sentada
ante su mesa, tosiendo y sonándose la nariz con un pañuelo. Al verla, sonrió y
le dio los buenos días.
-Me alegro de que se sienta mejor -dijo (Tu nombre)-. Espero haberlo
dejado todo bien. Excepto el testamento de la señora Johansson. Hice todos los
cambios en el documento, pero no pude imprimirlo.
La secretaria estornudó. (Tu nombre) no supo si era un síntoma de su
enfermedad o una manera de evitar hacer algún comentario.
De pronto, (Tu nombre) reparó en la montaña de sobres con sus
solicitudes de trabajo que había dejado preparada sobre la bandeja metálica que
había a un lado de la mesa. No tenía ningún sentido enviarlos en aquel momento.
Hasta que no tuviera una idea de lo que iba a durar la campaña de publicidad,
no podía comprometer ninguna entrevista de trabajo. Y hasta que no comprobara
si era capaz de mantener el negocio que con ayuda de Bill iba a montar, tenía
que olvidarse de todo aquel asunto de buscar trabajo.
-Le quitaré esto de la mesa para que no le estorbe, señora Cusack.
-¿Adónde lleva esos sobres? -preguntó la secretaria.
(Tu nombre) parpadeó sorprendida.
-Son mis solicitudes de empleo. No quiero que le quiten espacio en
su mesa.
-Aquí no hay ninguna solicitud.
(Tu nombre) miró el primer sobre. La señora Cusack tenía razón. Aunque
eran iguales a los que había utilizado, las direcciones que aparecían en aquellos
sobres eran de los clientes de Dave. La secretaria había estado muy ocupada en
la hora que llevaba allí trabajando.
-¿Dónde están mis sobres?
La señora Cusack se sonó la nariz.
-Lo único que se me ocurre es que el propio señor Malone los llevara
ayer por la tarde a la oficina de correos de camino a su casa.
-Vaya -dijo (Tu nombre) sintiendo que la cabeza le iba a estallar.
-Si no quería que se enviaran, no debería haberlos dejado sobre la
bandeja de envíos.
Aquella mujer tenía una curiosa habilidad para sacarla de sus
casillas con sus comentarios.
Ahora que lo pensaba, sabía que era lo que debía de haber pasado
exactamente. Primero, se había quedado sorprendida por la propuesta de Bill y
después se había tenido que emplear a fondo el resto del día en tareas que no
le eran familiares. No había vuelto a pensar en aquellas solicitudes hasta ese
momento. Ni siquiera las había echado de menos. Claro que cuando Dave le había
dicho que se iba, ella estaba en la cocina. Era posible que hubiera tomado los
sobres antes de irse y ella no lo hubiera visto. Luego, había llegado Bill y no
se había vuelto a acordar en toda la noche.
Tampoco importaba demasiado. Probablemente ninguna de aquellas
solicitudes diera lugar a una llamada de teléfono para concertar una entrevista
de trabajo. Por eso había decidido pasar el día preparando un nuevo envío de
solicitudes de empleo; así tendría más oportunidades de que alguna de ellas
diera su fruto. Pero ahora...
Bill tenía razón: quizá pasaran meses hasta que diera con un
trabajo ajustado a su capacidad y experiencia. También era cierto que el estar
desempleada en aquel momento no era una circunstancia a su favor. No había
elegido la situación en la que se encontraba y precisamente ésa era una de las
razones que hacía tan excitante la idea de crear su propio negocio. Sería una
tonta si no aprovechara la oportunidad que ahora se le presentaba.
Dave entró, dejó su maletín sobre la mesa de la señora Cusack sin
prestar atención a la secretaria y recogió los documentos que tenía pendientes
de firmar.
-¿Qué tal fue tu reunión de anoche? -preguntó (Tu nombre) a su hermano,
y observó como se sonrojaba-. ¿Acaso no era una reunión sino una cita?
-(Tu nombre)...
-Eso me recuerda algo: ¿cuándo vas a presentarme a Ginger? Lo
siento, pero se me olvidó decirte que te llamó la otra noche mientras yo estaba
preparando las solicitudes. Así que si se ha enfadado conmigo, no la culpo.
Dave miró su reloj.
-Creí que hoy tenías una sesión de fotos.
-Sí, ya me voy. ¿Por qué no invitas a Ginger a cenar esta noche?
-¿Cocinarás tú?
-Por supuesto.
-¿Vas a ir con esos vaqueros y ese jersey a tu gran debut?
-preguntó Dave sacando su pluma.
-Mira, hermanito, no creerás que la novia de Bill Kaulitz llevaría
cualquiera de las prendas que cuelgan en mi armario, verdad?
Dave emitió un extraño sonido.
-No sabía que había un armario en la buhardilla.
-¿Novia? -dijo sorprendida la señora Cusack-.¿Quién es su novia?
(Tu nombre) se quedó paralizada. ¿Cómo había podido olvidar que la señora
Cusack estaba allí escuchando atentamente?
-Dave se lo contará. Ahora tengo que darme prisa o llegaré tarde.
(Tu nombre) llegó pronto al centro comercial. En el extremo del
aparcamiento donde se levantaba el edificio de los almacenes Kaulitzwells, apenas
había movimiento. La mayoría de las personas que entraban en aquel momento eran
empleados. Sin embargo, al otro lado del centro comercial el tráfico era
intenso. Las tiendas Tyler-Royale debían de estar teniendo una venta especial a
juzgar por la gran cantidad de personas que esperaban junto a sus puertas.
(Tu nombre) sintió no poder entrar. Aunque tampoco tenía dinero que
gastar. El caso es que le vendría bien tener ropa nueva para las entrevistas de
trabajo.
Aparcó su coche junto a la entrada de Kaulitzwells y entró por la
puerta principal. Hacía años que no visitaba aquellos grandes almacenes y no
recordaba dónde estaba el restaurante. Pero en seguida lo vio: no estaba
demasiado lejos de la entrada, a medio camino entre el acceso al aparcamiento
por el que había entrado y la salida al resto de las tiendas que había en el
centro comercial.
Parecía más una cafetería que un restaurante. Había mesas pequeñas
con sillas metálicas. Las luces estaban apagadas y no había nadie más, aunque
al otro lado de la puerta que había detrás de la barra se oían ruidos, lo que
indicaba que estaban a punto de abrir. (Tu nombre) confió en que no tardaran mucho
en hacerlo, ya que necesitaba con urgencia una taza de café para comenzar el
trabajo de ese día, fuera lo que fuese. Tal y como Bill lo había descrito, el
trabajo de aquella mañana iba a consistir en posar y aparentar estar interesada
en un montón de cosas, desde un columpio de porche hasta una tostadora.
(Tu nombre) volvió a mirar la hora en su reloj y se sentó en una silla.
Mejor, así Bill la encontraría esperándolo cuando llegara a las nueve en punto.
Ser puntual siempre causaba buena impresión.
Love it
ResponderEliminarwwoooa hallo!!! soy nueva leoo tu fic y es muy buena de vrdd
ResponderEliminar:D bueno espero y sigass eeh me dejastes con la intriga hhaa
pasa a mi blog
http://tuyyo-fernandadkaulitz.blogspot.com/
Dankee
siguela prontooooooo
ResponderEliminarno la dejes ahi que me dejas con al intriga XD