Cuando el director de publicidad la llevó al departamento de
joyería dos horas más tarde, las cámaras ya estaban listas y Bill la estaba
esperando. Estaba hablando con un hombre que llevaba unas lentes de aumento y
al verla hizo un gesto con la mano para saludarla.
Jason le presentó al director de iluminación, que estaba colocando
los focos, y luego se giró hacia las cámaras y dio algunas instrucciones.
(Tu nombre) no tenía nada que hacer, así que se dirigió hacia donde
estaba Bill. La gruesa alfombra que cubría el suelo, junto a lo difícil que era
caminar con aquella estrecha falda y los zapatos de tacón que llevaba, hacían
que le costara trabajo caminar. Por suerte, Bill estaba muy concentrado en la
conversación que estaba manteniendo y no le prestó demasiada atención.
-Gracias por el café, Bill.
Él se encogió de hombros.
-Era un café normal y no el capuccino que querías.
-No importa -dijo (Tu nombre) mirando a su alrededor. Le sorprendía que
lo único moderno que hubiera en toda la tienda fuera el equipo fotográfico. Las
lámparas eran antiguas y estaba segura de que los mostradores de madera y
cristal llevaban allí desde que los almacenes Kaulitzwells se fundaron. Incluso
el hombre con el que Bill estaba hablando, al parecer el director de la
joyería, parecía llevar trabajando allí cien años.
(Tu nombre) se preguntó si la mercancía sería tan antigua como lo que
veía a su alrededor. Pero de un solo vistazo comprobó que los escaparates
estaban llenos de piezas modernas.
El director de la joyería le hizo un gesto a un dependiente y éste
sacó una bandeja con anillos de compromiso.
-Mientras colocamos las cámaras, haz que miras las joyas. Después
elegiremos los planos antes de grabar. Tienes que mostrarte asombrada.
(Tu nombre) miró la bandeja. Las joyas brillaban intensamente a la luz
de los focos.
-¿Asombrada? -repitió (Tu nombre).
-¿Algún problema? -preguntó Bill frunciendo el ceño.
(Tu nombre) se quedó pensativa. La mujer que pretendía aparentar, la
que iba a casarse con Bill Patrick Kaulitz, seguramente se mostraría
maravillada al ver aquellas joyas.
-En absoluto -respondió amablemente.
-Bien. Porque todo esto está pensado desde hace mucho tiempo. Cada
uno de esos anillos ha sido cuidadosamente elegido y no podemos perder el
tiempo haciendo cambios.
(Tu nombre) dejó escapar un suspiro. Sin apenas mirar los anillos de la
bandeja, alargó la mano y se probó el primero que tomó. Entonces reparó en los
anillos. De todos los que había en la bandeja, aquél era el último que habría
elegido. El diamante era espectacular, en eso tenía razón Jason. Pero era muy
llamativo. La piedra sobresalía sobre un grueso anillo de oro.
«Eso es lo que te pasa por no fijarte», se dijo.
Se lo puso y emitió algunas exclamaciones de admiración. Por el
rabillo del ojo vio que Bill contenía una sonrisa.
-No exageres, (Tu nombre). Probablemente ese anillo sea la piedra más
valiosa de esa bandeja.
-Y probablemente la más cara -dijo Jason.
-No creo que sea un problema para Bill -murmuró y miró sonriente a
Bill.
-Comencemos la grabación -dijo Jason-. Me gusta esa póse. Apoya la
mano sobre la mejilla de Bill, míralo a los ojos y daos un beso.
Un beso que no podía ser un beso cualquiera, pensó (Tu nombre).
Jason confiaba en que fuera un beso de cuento de hadas, del príncipe
despertando a la bella durmiente. Lo cierto era que todo primer beso resultaba
problemático, incluso en privado. Las probabilidades de que el primer beso
entre dos personas que se conocían y se gustaban acabara en un incómodo choque
de narices eran altas. Claro que nadie más que ellos sabía que aquél era su
primer beso. Así que más les valía que todo saliera bien para no levantar
sospechas.
(Tu nombre) quería gritar. ¿Por qué Bill no la había advertido de
aquello? Aunque, si lo hubiera hecho, ¿qué habría cambiado? ¿Acaso habrían
practicado antes? Quizá debería alegrarse de no haberlo pensado antes. Quizá a
él tampoco se le hubiera ocurrido o, si así había sido, no le había dicho nada
a propósito. En definitiva, tenía que haberse dado cuenta de que aquello
pasaría. Mostrar una pareja que estaba a punto de casarse besándose era
previsible, además de un magnífico reclamo para el comienzo de la campaña
publicitaria.
-Las imágenes de personas besándose no siempre funcionan -señaló (Tu nombre)-. Muchas veces el resultado final no es el esperado. Fijaos en las
películas de Hollywood. ¿No os habéis dado cuenta de que a veces los actores ni
siquiera se miran a la cara durante las escenas de besos?
Jason la miró con el ceño fruncido.
-¿Quién está aquí al mando?
-Sólo estaba dando mi opinión -dijo (Tu nombre)-. Si vas a mostrar un
primer plano...
-No habrá primeros planos en las escenas de besos.
-¿Escenas? -preguntó (Tu nombre) sorprendida.
-¿No te lo ha explicado Bill? -preguntó Jason en un tono que (Tu nombre) no supo diferenciar si era jocoso o irónico-. En cada anuncio, habrá una
pequeña foto de los novios besándose junto a la fotografía en la que se os verá
eligiendo las cosas.
(Tu nombre) se contuvo.
-Parece que Bill ha estado muy ocupado y no me ha explicado los
detalles. Pero no importa, haremos lo que haga falta.
-Claro que si no quieres... -dijo Jason. Ahora era evidente que
estaba siendo irónico.
-Por supuesto que quiero. Es sólo que no estoy acostumbrada a que
algo tan íntimo como un beso sea captado para la posterioridad y mostrado al
público. (Tu nombre) puso su mano izquierda, en la que lucía el anillo de
compromiso, junto al rostro de Bill tal y como Jason le había explicado. La
piel de su cara era cálida y sorprendentemente suave. La otra mano la colocó
sobre el pecho de él y pudo sentir los latidos de su corazón.
Él la rodeó con sus brazos y (Tu nombre) sintió que sus músculos se
contraían. El movimiento había sido muy leve, por lo que confiaba en que ni
Jason ni nadie del equipo se hubiera dado cuenta. Pero era evidente que Bill sí
se había percatado, porque la miró a los ojos inquisitivamente.
«Así que crees que no puedo hacer esto, ¿no? Pues deja que te
enseñe un par de cosas», pensó (Tu nombre).
Él debió de percatarse de su mirada retadora, porque de repente
apareció un destello especial en sus ojos. (Tu nombre) comenzó a moverse. Se puso de
puntillas, acarició la mejilla de Bill y acercó sus labios a los de él. Él se
quedó inmóvil, asombrado por su desparpajo, y (Tu nombre) se quedó sorprendida por
su falta de respuesta. Aquel hombre había mostrado una natural capacidad
interpretativa, por lo que no era posible que estuviera sufriendo un ataque de
miedo escénico. ¿Acaso era insensible como el hielo? ¿0 pretendía
deliberadamente levantar sospechas sobre su falsa relación, ésas que tanto
pretendía evitar?
«Maldita sea. Está todo en juego. Lo menos que podría hacer es
colaborar», pensó (Tu nombre).
Cerró los ojos y trató de mostrarse cariñosa, como si estuviera
dando la bienvenida a su amante después de un largo viaje. Si hubiera dejado
los ojos abiertos, se habría , percatado de lo que iba a ocurrir, aunque apenas
hubiera supuesto diferencia alguna. Bill la estrechó entre sus brazos y la besó
apasionadamente. Continuó besándola y de pronto sintió que todo se volvía negro
a su alrededor. Cuando por fin Bill se apartó, apenas podía respirar: Los
músculos de su cuerpo no reaccionaban. Era como si estuviera sufriendo un
ataque de asma. Al menos, confiaba en que nadie se diera cuenta de su reacción.
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