sábado, 29 de octubre de 2011

CAPITULO 16


Cuando el director de publicidad la llevó al departamento de joyería dos horas más tarde, las cámaras ya estaban listas y Bill la estaba esperando. Estaba hablando con un hombre que llevaba unas lentes de aumento y al verla hizo un gesto con la mano para saludarla.

Jason le presentó al director de iluminación, que estaba colocando los focos, y luego se giró hacia las cámaras y dio algunas instrucciones.

(Tu nombre) no tenía nada que hacer, así que se dirigió hacia donde estaba Bill. La gruesa alfombra que cubría el suelo, junto a lo difícil que era caminar con aquella estrecha falda y los zapatos de tacón que llevaba, hacían que le costara trabajo caminar. Por suerte, Bill estaba muy concentrado en la conversación que estaba manteniendo y no le prestó demasiada atención.

-Gracias por el café, Bill.

Él se encogió de hombros.

-Era un café normal y no el capuccino que querías.

-No importa -dijo (Tu nombre) mirando a su alrededor. Le sorprendía que lo único moderno que hubiera en toda la tienda fuera el equipo fotográfico. Las lámparas eran antiguas y estaba segura de que los mostradores de madera y cristal llevaban allí desde que los almacenes Kaulitzwells se fundaron. Incluso el hombre con el que Bill estaba hablando, al parecer el director de la joyería, parecía llevar trabajando allí cien años.

(Tu nombre) se preguntó si la mercancía sería tan antigua como lo que veía a su alrededor. Pero de un solo vistazo comprobó que los escaparates estaban llenos de piezas modernas.

El director de la joyería le hizo un gesto a un dependiente y éste sacó una bandeja con anillos de compromiso.

-Mientras colocamos las cámaras, haz que miras las joyas. Después elegiremos los planos antes de grabar. Tienes que mostrarte asombrada.

(Tu nombre) miró la bandeja. Las joyas brillaban intensamente a la luz de los focos.

-¿Asombrada? -repitió (Tu nombre).

-¿Algún problema? -preguntó Bill frunciendo el ceño.

(Tu nombre) se quedó pensativa. La mujer que pretendía aparentar, la que iba a casarse con Bill Patrick Kaulitz, seguramente se mostraría maravillada al ver aquellas joyas.

-En absoluto -respondió amablemente.

-Bien. Porque todo esto está pensado desde hace mucho tiempo. Cada uno de esos anillos ha sido cuidadosamente elegido y no podemos perder el tiempo haciendo cambios.

(Tu nombre) dejó escapar un suspiro. Sin apenas mirar los anillos de la bandeja, alargó la mano y se probó el primero que tomó. Entonces reparó en los anillos. De todos los que había en la bandeja, aquél era el último que habría elegido. El diamante era espectacular, en eso tenía razón Jason. Pero era muy llamativo. La piedra sobresalía sobre un grueso anillo de oro.

«Eso es lo que te pasa por no fijarte», se dijo.

Se lo puso y emitió algunas exclamaciones de admiración. Por el rabillo del ojo vio que Bill contenía una sonrisa.

-No exageres, (Tu nombre). Probablemente ese anillo sea la piedra más valiosa de esa bandeja.

-Y probablemente la más cara -dijo Jason.

-No creo que sea un problema para Bill -murmuró y miró sonriente a Bill.

-Comencemos la grabación -dijo Jason-. Me gusta esa póse. Apoya la mano sobre la mejilla de Bill, míralo a los ojos y daos un beso.

Un beso que no podía ser un beso cualquiera, pensó (Tu nombre). Jason confiaba en que fuera un beso de cuento de hadas, del príncipe despertando a la bella durmiente. Lo cierto era que todo primer beso resultaba problemático, incluso en privado. Las probabilidades de que el primer beso entre dos personas que se conocían y se gustaban acabara en un incómodo choque de narices eran altas. Claro que nadie más que ellos sabía que aquél era su primer beso. Así que más les valía que todo saliera bien para no levantar sospechas.

(Tu nombre) quería gritar. ¿Por qué Bill no la había advertido de aquello? Aunque, si lo hubiera hecho, ¿qué habría cambiado? ¿Acaso habrían practicado antes? Quizá debería alegrarse de no haberlo pensado antes. Quizá a él tampoco se le hubiera ocurrido o, si así había sido, no le había dicho nada a propósito. En definitiva, tenía que haberse dado cuenta de que aquello pasaría. Mostrar una pareja que estaba a punto de casarse besándose era previsible, además de un magnífico reclamo para el comienzo de la campaña publicitaria.

-Las imágenes de personas besándose no siempre funcionan -señaló (Tu nombre)-. Muchas veces el resultado final no es el esperado. Fijaos en las películas de Hollywood. ¿No os habéis dado cuenta de que a veces los actores ni siquiera se miran a la cara durante las escenas de besos?

Jason la miró con el ceño fruncido.

-¿Quién está aquí al mando?

-Sólo estaba dando mi opinión -dijo (Tu nombre)-. Si vas a mostrar un primer plano...

-No habrá primeros planos en las escenas de besos.

-¿Escenas? -preguntó (Tu nombre) sorprendida.

-¿No te lo ha explicado Bill? -preguntó Jason en un tono que (Tu nombre) no supo diferenciar si era jocoso o irónico-. En cada anuncio, habrá una pequeña foto de los novios besándose junto a la fotografía en la que se os verá eligiendo las cosas.

(Tu nombre) se contuvo.

-Parece que Bill ha estado muy ocupado y no me ha explicado los detalles. Pero no importa, haremos lo que haga falta.

-Claro que si no quieres... -dijo Jason. Ahora era evidente que estaba siendo irónico.

-Por supuesto que quiero. Es sólo que no estoy acostumbrada a que algo tan íntimo como un beso sea captado para la posterioridad y mostrado al público. (Tu nombre) puso su mano izquierda, en la que lucía el anillo de compromiso, junto al rostro de Bill tal y como Jason le había explicado. La piel de su cara era cálida y sorprendentemente suave. La otra mano la colocó sobre el pecho de él y pudo sentir los latidos de su corazón.
Él la rodeó con sus brazos y (Tu nombre) sintió que sus músculos se contraían. El movimiento había sido muy leve, por lo que confiaba en que ni Jason ni nadie del equipo se hubiera dado cuenta. Pero era evidente que Bill sí se había percatado, porque la miró a los ojos inquisitivamente.

«Así que crees que no puedo hacer esto, ¿no? Pues deja que te enseñe un par de cosas», pensó (Tu nombre).

Él debió de percatarse de su mirada retadora, porque de repente apareció un destello especial en sus ojos. (Tu nombre) comenzó a moverse. Se puso de puntillas, acarició la mejilla de Bill y acercó sus labios a los de él. Él se quedó inmóvil, asombrado por su desparpajo, y (Tu nombre) se quedó sorprendida por su falta de respuesta. Aquel hombre había mostrado una natural capacidad interpretativa, por lo que no era posible que estuviera sufriendo un ataque de miedo escénico. ¿Acaso era insensible como el hielo? ¿0 pretendía deliberadamente levantar sospechas sobre su falsa relación, ésas que tanto pretendía evitar?

«Maldita sea. Está todo en juego. Lo menos que podría hacer es colaborar», pensó (Tu nombre).

Cerró los ojos y trató de mostrarse cariñosa, como si estuviera dando la bienvenida a su amante después de un largo viaje. Si hubiera dejado los ojos abiertos, se habría , percatado de lo que iba a ocurrir, aunque apenas hubiera supuesto diferencia alguna. Bill la estrechó entre sus brazos y la besó apasionadamente. Continuó besándola y de pronto sintió que todo se volvía negro a su alrededor. Cuando por fin Bill se apartó, apenas podía respirar: Los músculos de su cuerpo no reaccionaban. Era como si estuviera sufriendo un ataque de asma. Al menos, confiaba en que nadie se diera cuenta de su reacción.


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