domingo, 16 de octubre de 2011

CAPITULO 13


-¿No será sospechoso? Me refiero a celebrar la boda justo en las fiestas navideñas.

-Es una gran excusa para que la ceremonia sea íntima. Podemos decir que vamos a invitar tan sólo a nuestras familias aprovechando que nos reuniremos para las fiestas.

-¿Es eso cierto? ¿Tu familia vendrá por Navidad?

-Probablemente no. Pero es una buena explicación para justificar por qué no mandamos las invitaciones.

Bill sacudió la cabeza.

-No lo sé. La gente se puede preguntar qué estamos escondiendo, especialmente después de haber seguido todo el compromiso.

-Después de haber compartido todos los detalles con el público, podemos decir que necesitamos un poco de intimidad. Además, cuantas menos invitaciones mandemos, a menos personas tendremos que decirles que cancelaremos la boda.

-Podemos fijar la fecha para el año que viene y no preocuparnos de las invitaciones.

-¿Y cuál sería el objetivo de la campaña publicitaria si hay una vaga promesa de matrimonio para una fecha indeterminada?

Bill se rascó la barbilla.

-¿Quieres decir que la campaña necesita su momento culminante?

-Todas las campañas lo necesitan. No querrás conseguir un efecto negativo, ¿no?

-Está bien, me has convencido. La fecha será el día de Nochebuena. Imagino que así será todo más fácil. Las damas de honor pueden vestir de rojo y dorado.

-Eso es demasiado predecible -dijo (Tu nombre)-. Todas las mujeres de la ciudad se lo imaginarán. Espero que tu departamento de publicidad sea más imaginativo que tú.

-Vaya, gracias.

-Tienen que serlo. Si no, no se explicaría que los almacenes lleven más de cien años funcionando. ¿Cuántas tiendas tienes?

Pero (Tu nombre) no parecía esperar una respuesta. Bill abrió la boca para decir algo, pero ella se quedó mirando fijamente algo detrás de él, con los ojos abiertos como platos. La sensación de peligro volvió a apoderarse de él. Era extraño. Hacía años que no había pensado en el viejo dicho de su abuela y en apenas unos minutos, había pensado en él dos veces. ¿Qué pasaba ahora?

-¿Qué ocurre? -preguntó Bill-. ¿Ya está listo tu amigo Joe para retarme?

-No es mi amigo, es amigo de Dave.

Bill miró por encima de su hombro. A escasos pasos de la mesa, Joe se detuvo en seco. Su rostro reflejó confusión y de repente se dio media vuelta y desapareció entre la multitud.

-Impresionante -dijo (Tu nombre)-. Has conseguido intimidarlo sin tan siquiera articular palabra.

-Deberías ver cómo corren cuando me ven con la corbata -repuso Bill en tono burlón.

-Tenías que haberme dicho que sin corbata eres como un policía sin pistola. Mira, me he quedado sin apetito y, ya que tenemos decididas las cosas principales...

-Quieres volver al despacho para seguir trabajando en ese testamento.

-Así es -dijo (Tu nombre), y suspiró.

Salieron y se dirigieron a la casa. En la puerta, Bill alargó la mano para que (Tu nombre) le entregara la llave. Pero ella lo ignoró y abrió la puerta.

-Entonces, nos veremos mañana en el centro comercial -dijo ella.

Era una sutil manera de despedirlo, pensó Bill, y sonrió. ¿Qué creía aquella mujer que iba a hacer? ¿Quedarse a pasar la noche con ella para asegurarse de que iba a trabajar al día siguiente?

Bill se preguntó si merecería la pena seducirla. Probablemente no. Era una mujer suficientemente peligrosa sin necesidad de llevarla a la cama.

-Necesito entrar a recoger mi corbata y dejar la cazadora de Dave -dijo Bill.

-Ah, claro.

No parecía estar deseando estar junto a él más tiempo, pero tampoco se había preocupado en encender las luces al entrar. Si hubiese sido otra mujer, eso habría sido una señal de que quería que le robaran un beso. Los besos robados en la oscuridad parecían tener un componente más romántico para las mujeres. Pero (Tu nombre) no parecía encajar en el molde.

Bill consideró darle un beso de buenas noches para probarse a sí mismo que era capaz de besarla, pero llegó a la conclusión de que no debería hacerlo. Podía acabar con un ojo morado como Caroline y entonces la campaña publicitaria se iría al traste una vez más. No, robarle un beso no traería nada bueno.

Tomó su abrigo de donde lo había dejado en el despacho de Dave, se puso la corbata y se detuvo en la puerta antes de salir.

-¿Estarás bien aquí sola?

-Vivo aquí -respondió ella.

-Lo sé, Dave me lo dijo. ¿Dónde?

-Hay un pequeño apartamento arriba. ¿Cómo crees si no que iba a estar duchándome esta mañana aquí?

-No me había parado a pensarlo. Estaba demasiado preocupado.

-Es cierto. ¿A qué hora quedamos mañana?

-Nos encontraremos en el restaurante de los almacenes a las nueve de la mañana. ¿De veras hay una habitación ahí arriba? No parece que pueda haber más que una pequeña buhardilla.

-Nosotros lo llamamos ático.

-Así que eres como Cenicienta.

-En cierto modo. Pero no te preocupes por todo ese asunto del príncipe y el palacio. Ni tú eres tan encantador, ni los zapatos de cristal están pensados para llevarlos puestos todo el día.

-Entonces, será mejor que no los vendamos en las tiendas -dijo Bill, y sonrió.

Era la mujer perfecta, tal y como le había dicho Dave, pensó Bill. Lista, con los pies en la tierra y sin olvidar en ningún momento el trato que habían hecho. Por fin podía quedarse tranquilo.


GRACIAS POR SUS COMENTARIOS, ESTO ME HACE SUBIR EL ANIMO Y SABER QUE LE GUSTA EL FIC ESPERO MAS COMENTARIOS XDD PARA SEGUIR SUBIENDO

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