sábado, 15 de octubre de 2011

CAPITULO 12


Tan pronto como Bill dijo eso, se arrepintió. Pedirle a una mujer que le hablara de sí misma... Pero, ¿en qué estaba pensando? No había conocido a ninguna que no aceptara ese tipo de invitación para pasarse horas autoanalizándose. Antes de que (Tu nombre) acabara, Bill estaba convencido de que sabría incluso lo que desayunó en su primer día de colegio y todas las consecuencias que eso había tenido en su forma de ser.

¿Por qué no se había limitado a hacerle preguntas sobre los datos que necesitaba saber en lugar de tener que estar allí luchando por mantener los ojos abiertos ante interminables explicaciones?

-Tengo veintisiete años. Nací y me críe en un barrio del oeste de Chicago. Mis padres murieron hace ocho años en un accidente de coche. Cuando me gradué, trabajé en una compañía antes de irme a San Francisco. Y recientemente he vuelto. ¿Quieres saber algo más? -dijo (Tu nombre) escuetamente. Bill se quedó asombrado y no pudo articular palabra. Ella aprovechó su silencio y la ausencia de preguntas para continuar-. Si hubiera sabido que eso era todo lo que querías saber, te habría dado esta mañana un currículum vitae y te habría ahorrado este tiempo. ¿Estás bien?

-Estaba pensando que si le hubiera preguntado a Caroline cómo estaba, habría tenido que permanecer sentado escuchando al menos un par de horas. Sin embargo, te pido que me hables de tu vida y apenas has tardado quince segundos en hacerlo.

(Tu nombre) se encogió de hombros.

-Mi vida no ha sido muy excitante.

-Para una mujer, eso no le impide hablar durante horas -dijo Bill con franqueza.

-Ése debe de ser el motivo por el que no estás dispuesto a casarte. Crees que las mujeres somos aburridas, egocéntricas y que no sabemos permanecer calladas.

-He conocido algunas mujeres muy habladoras -admitió Bill-. Pero lo cierto es que mi vida no está todavía lo suficientemente asentada como para pensar en casarme.

Estaba seguro de que ella nunca creería que aquello era cierto, pero al menos conseguiría distraerla.

-Sí, seguro. ¿Una cadena de grandes almacenes con más de cien años de antigüedad no es lo suficientemente estable como para mantener a una esposa? ¿Y yo he confiado en ti para montar mi propio negocio? Creo que he perdido la cabeza.

-Hicimos un trato -recordó Bill.

-Y lo mantendré hasta el final. Ahora, hay algunas cosas que deberíamos tener en cuenta antes de hacer público nuestro compromiso.

-¿Como cuáles?

-Como el modo en que nos conocimos, el tiempo que llevamos juntos o la fecha en que se supone que vamos a celebrar nuestra boda.

-Deberíamos olvidar las suposiciones y actuar como si todo esto fuera verdad.

(Tu nombre) se encogió de hombros.

-Como quieras, tú eres el jefe. Lo que me recuerda algo. Dijiste que el equipo de fotografía ya había empezado a trabajar con Caroline y Corbin. ¿Cómo vas a explicarles este cambio?

-Corbin ha tenido que salir de la ciudad por un asunto de negocios.

-¿De verdad?

-No, pero espero que decida desaparecer hasta que se me haya pasado el enfado -dijo Bill, y (Tu nombre) se acomodó en su asiento mirándolo fijamente-. ¿Qué?

-Estaba pensando en esa vena violenta que tienes. Primero, amenazas a Joe, que puede ser un poco molesto pero nada más. Y aunque Corbin no parece el mejor hombre del mundo...

-Yo no he amenazado a tu amigo Joe. Fuiste tú la que sugirió que si se tomaba una cerveza más, él sería quien me amenazaría. Yo lo único que he dicho es que soy perfectamente capaz de arreglármelas solo si lo hace. Y respecto a Corbin, me refería a lo que sería mejor para todos: que desapareciera una temporada para no echarlo todo a perder. Personalmente, preferiría que diera con sus huesos en la cárcel.

-Eso me tranquiliza.

-Bien -dijo Bill-. Me alegro de que lo hayamos aclarado. Así que después de la muerte de tus padres, ¿os quedasteis solos Dave y tú? Ahora entiendo por qué es tan paternal y te aconseja que tengas cuidado con quien sales. Eso explica también que nunca me haya hablado de su hermana pequeña. Se siente responsable de lo que te pase.

(Tu nombre) sonrió.

-Quizá no confiara en sus compañeros de fraternidad. Pero todo eso ya es historia. ¿Cuándo se supone que...? -comenzó (Tu nombre), pero la señal que Bill le hizo con la mano le hizo replantear la pregunta-.

¿Cuándo nos casamos?

Bill sintió un escalofrío en la espalda y se enderezó en su asiento.

-¿Qué ocurre? -preguntó (Tu nombre) intrigada. Bill sacudió la cabeza y sonrió.

-Nada. Por un momento, he tenido la misma sensación que tuve una noche que me seguía un atracador.

-Muchas gracias. Me gusta que me comparen con atracadores.

-No te lo tomes mal. Es sólo una sensación, como si fuera un aviso de peligro. Mi abuela solía decir que alguien acababa de caminar sobre su tumba.

-¿Qué pasó con el atracador?

-Desde luego que no me casé con él.

-Entonces, después de todo, ¿no es la misma sensación, verdad? Bueno, me ibas a decir cuándo será la boda.

-No creo que sea necesario establecer una fecha determinada.

-La gente nos preguntará cuándo es la boda y, si no les damos una respuesta, les parecerá extraño. Además, algunas personas confiarán en ser invitadas y cuando llegue el momento y vean que las invitaciones no les llegan, se molestarán.

-No lo había pensado de esa manera.

-Es evidente. Ya que estás planeando concluir la campaña justo después de Navidad, digamos que el día elegido es el de Nochebuena.

Bill frunció el ceño.

-¿No será sospechoso? Me refiero a celebrar la boda justo en las fiestas navideñas.

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