Un cuarto de hora más tarde, seguía allí sentada jugando con una
servilleta y estaba comenzando a ponerse nerviosa. Le parecía extraño que
llegara tarde.
Pero, ¿qué estaba pensando? Lo cierto era que no conocía cómo era
aquel hombre ni sus costumbres. La noche anterior se había presentado en su
casa a la hora en que habían quedado, pero eso no quería decir que fuese siempre
puntual.
El hecho de que fuera amigo de Dave no era una garantía de que
aquel hombre no tuviera defectos. La idea que su hermano tenía de la amistad
podía no coincidir con la suya. Joe, el amigo que se había encontrado en el bar
la noche anterior, era una muestra de ello. Era capaz de provocar una pelea y
Bill, al parecer, también. Aunque era curioso el modo en que había conseguido
con tan sólo una mirada evitar que Joe se acercara.
A pesar de todo, Joe era un hombre muy agradable. Dave nunca le
había concertado una cita con él, ya que su hermano se preocupaba excesivamente
por los hombres que salían con ella. El hecho de que Dave la hubiera metido en
todo aquel lío del compromiso con Bill no significaba que éste fuera más afín a
ella que Joe.
Seguramente no tendrían nada en común, aunque aquella sonrisa... A
pesar de que fuera una sonrisa encantadora, capaz de iluminar una habitación,
no era suficiente para seducirla. Nunca más se dejaría engañar por las
apariencias, como le había pasado con Pete Willis. Lo más prudente sería
mantener las distancias con Bill. En cuanto a dotes seductoras, Pete parecía un
principiante al lado de Bill.
-No te hagas ilusiones -se dijo (Tu nombre) en voz alta.
Un instante después oyó unos pasos tras ella y se enderezó en su
asiento.
-¿Sueles hablar sola? -preguntó Bill.
-Sólo cuando me hacen esperar veinte minutos.
-Por eso he venido a buscarte. Se supone que habíamos quedado en
el restaurante.
(Tu nombre) frunció el ceño.
-Esto es el restaurante, ¿no?
Bill sacó un walkie-talkie del bolsillo.
-La he encontrado, Jason -dijo al aparato, que emitió un sonido
ininteligible y, girándose hacia ella, añadió-: Ahora que lo dices, no debería
estar sorprendido por el malentendido, teniendo en cuenta el restaurante al que
me llevaste anoche.
-¿Quieres decir que esto no es un restaurante? Sillas, mesas,
servilletas, una máquina de refrescos...
-Esto no es el restaurante -dijo Bill haciendo hincapié en las dos
últimas palabras-. Ésta es la cafetería, para tomar tentempiés y bebidas. Vamos
arriba. Todos están esperando.
«Buen comienzo, (Tu nombre). Has empezado con el pie izquierdo. Si
querías causarle una buena impresión...»
-¿Qué estabas haciendo? -preguntó Bill.
Ella dobló la servilleta que tenía entre las manos.
-Pensando en el logotipo para mi negocio -dijo (Tu nombre), y le
pareció ver que Bill se estremecía, lo que le hizo sentirse mejor-. ¿Qué pasa
con Tanner's? Me dijiste que te gustó la pizza.
Bill no contestó y se limitó a guiarla por la escalera mecánica
hasta el piso de arriba, donde empujó una gran puerta de espejo. Tras ella
había una enorme sala con las paredes de madera y más espejos, separada por
columnas de madera pulida y llena de muebles antiguos y cómodos. En el centro
de la habitación, unaa de las mesas había sido retirada para hacer sitio a una
barra de la que colgaban perchas con diferentes prendas de vestir. Otra mesa
había sido preparada como puesto de maquillaje.
Como si se hubieran puesto de acuerdo, todos en la habitación se
quedaron en silencio y se giraron para mirarlos.
-Ahora entiendo a lo que te referías con lo del restaurante -dijo (Tu nombre)-. El de abajo no tenía nada que ver con éste. ¿Crees que podrían
prepararme un cappucino?
-No hasta que el restaurante abra a las doce -dijo el hombre malhumorado
que estaba junto a la mesa del maquillaje, con espesas cejas oscuras y los
brazos cruzados sobre el pecho-. Ya se nos ha hecho demasiado tarde.
-Jason -dijo Bill-. Seguro que alguien por aquí sabe usar la
máquina del café.
-(Tu nombre) nos está haciendo un gran favor y lo menos que podemos
hacer por ella es ofrecerle una taza de café. (Tu nombre), Jason es el director de
publicidad de la tienda.
Jason debía de ser el hombre con el que Bill había hablado antes a
través del walkie-talkie para decirle que la había encontrado. (Tu nombre) miró al
hombre con curiosidad. Estaba sorprendida del tono de voz que Bill había
empleado para presentarla.
-No te preocupes. Puedo sobrevivir sin la cafeína. Es curioso cómo
el restaurante se ha convertido en un vestuario.
Una mujer de pelo canoso que estaba colocando la ropa en los
percheros se giró hacia (Tu nombre).
-Vamos a necesitar más espacio.
Era cierto. Había cuatro enormes percheros, todos ellos
abarrotados de ropa.
-(Tu nombre), Arabella es la directora del departamento de ropa
femenina -dijo Bill-. Y Justine es la directora del departamento de cosméticos.
Os dejaré para que os pongáis manos a la obra.. Estaré en mi oficina. Cuando
esté todo listo, avisadme.
(Tu nombre) dio un paso hacia él.
-¿No vas a quedarte? -le preguntó.
Bill esbozó su seductora sonrisa y (Tu nombre) sintió un nudo en el
estómago.
«Recuerda, no te hagas ilusiones. Todo esto es una farsa de cara a
los demás».
-Me halaga que te sientas más segura si me quedo, pero tengo que
dirigir una cadena de grandes almacenes.
-No es cierto que me sienta más segura teniéndote cerca -dijo (Tu nombre)-. ¿Quieres decir que vas a posar en las fotos con ese traje que llevas
puesto?
-¿Qué le pasa a mi traje?
De hecho, (Tu nombre) tenía que admitir que aquel traje le sentaba muy
bien. Probablemente costaba más que toda la ropa de su armario.
-Está bien. Era sólo que...
-Entonces, te veré luego -la interrumpió-. Además, la novia es lo
más importante en todas las bodas -añadió y se fue.
La directora del departamento de ropa femenina estaba estudiando
detenidamente las prendas y miraba de hito en hito a (Tu nombre). Por el gesto en su
rostro, era evidente que estaba allí a su pesar.
«Probablemente no le gusten mis vaqueros», pensó (Tu nombre).
Entonces, se fijó en la ropa que colgaba de los percheros. Más que
prendas para una novia parecían los vestidos que una abuela se pondría para la
boda de su nieta, todos con volantes y encajes. Seguramente por allí cerca
habría alguna mesa llena de parcelas con las que combinarlos.
-¿No son estos vestidos... - (Tu nombre) hizo una pausa para buscar la
palabra adecuada antes de continuar-, demasiado formales?
-Es de suponer que la prometida del señor Kaulitz sea una mujer
sofisticada -dijo Arabella sin quitar los ojos del vestido de color rosa claro
que había elegido.
Aquel vestido daba un nuevo significado a la palabra
sofisticación.
Jason suspiró.
-No pierdas el tiempo, Arabella. Hay mucho por hacer.
Justine hizo un gesto a (Tu nombre) para que se acercara a la mesa del
maquillaje. Encendió un potente foco y acercó una paleta de colores a su
rostro.
-Tenemos que convencer al jefe de que lleve una fotografía tuya en
su cartera -susurró.
-¿Porqué?
-Porque le pregunté de qué color tenías el pelo y me dijo que era
algo así como marrón. Apenas sabía describirte, típico de los hombres. Por eso
Arabella ha traído toda la sección de mujeres.
-¿Quieres decir que ha traído la colección completa?
-No exactamente. Ha traído todas las tallas y todos los colores.
-Porque Bill tampoco sabía cuál era mi talla, ¿verdad?
Justine sonrió.
-Lo único que le dijo a Arabella es que tenías una buena figura.
La sola idea de que Bill Kaulitz pensara que tenía una buena
figura la hizo estremecerse. Aquello la molestaba, se dijo. Pero tenía que
admitir que aquel hombre sabía conseguir lo que se proponía.
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