jueves, 1 de diciembre de 2011

CAPITULO 40 FINAL!!!

BUENO AQUÍ ESTA EL CAP, ESQUE SE ME FUE VOLANDO LA HORA XDD SORRY, PERO AQUÍ ESTA snift sniff Y QUIERO DECIRLE QUE RESPONDA LA ENCUESTA QUE ESTA AL LADO DERECHO, PARA SABER, Y POR ULTIMO, LAS AMOO ♥.♥ ESPERO Y VERLAS PRONTO EN EL PROX FIC QUE PUBLIQUE 

(Tu nombre) se encogió de hombros. No sabía lo que quería hacer. Sólo sabía que, estando tan cerca el final, no quería decir adiós.

-No te preocupes por eso. No voy a trabajar para él. Mi papel acabará cuando las compañías se fusionen -dijo él.

-¿Por qué?

-Porque ésa es la condición que puse. Los propietarios originales establecieron que la dirección de los grandes almacenes se mantuviera en la familia.

-Lo sé, Caroline me lo dijo.

-Pero no establecieron nada para el caso de que hubiera alguna generación desinteresada, como Caroline y yo, o que no estuviera cualificada para hacerlo.

-¿Te refieres a Jason?

-Así es. Cuando mi padre enfermó, se ocupó de llevar los negocios. Al cabo de un tiempo fue evidente que las cosas no iban bien y el resto de socios, incluida la tía Archie, insistieron para que yo volviera a ocuparme de todo.

-¿No querías volver?

-Accedí a hacerlo sólo si los almacenes se vendían. Estuvieron de acuerdo, pero pusieron como condición que se vendieran como una unidad. Así que ésa es la razón por la que he estado trabajando en los almacenes desde entonces.

-Has sido muy discreto.

-Por supuesto. Si se hubiera sabido que estaban en venta, el acuerdo no habría sido bueno. De hecho, ni siquiera se lo dije a Ross, ya que no creí que le interesaran nuestros almacenes y no quería que se corriera la voz. Pero él me lo preguntó el otro día cuando nos encontramos en el centro comercial.

-¿A eso se refería cuando dijo que teníais que hablar?

-Sí, y finalmente lo hicimos en la fiesta de compromiso.

-¿Y qué vas a hacer a partir de ahora?

-Dedicarme al Derecho.

-¿Eres abogado? -preguntó (Tu nombre) frunciendo el ceño-. Entonces, ¿para qué necesitabas a Dave?

-Estoy seguro de que en más de una ocasión te habrá dicho que sólo un tonto se defiende a sí mismo.

-Sí. Y ¿qué harás? ¿Volver a Filadelfia?

-Supongo que sí. No hay nada que me retenga aquí.

Aquélla era la respuesta a una de sus dudas. Al menos, no coincidiría con él en la ciudad, pero a la vez le producía una enorme tristeza.

-Me ocuparé de resolver todos los detalles antes de irme. Llevará unas cuantas semanas, incluso meses, hasta que la fusión de los almacenes esté completada.

-Al menos el joyero podrá dejar de hacer el anillo y fundir el oro, ¿verdad? Lo siento, le propuse todos aquellos cambios para alargar su trabajo. El pobre se quedó de piedra cuando se los propuse.

-No, se quedó así porque eran exactamente los mismos cambios que yo le había propuesto minutos antes. Le dije que trabajara sobre el diseño que hiciste.

-¿Por qué no lo entretuviste más tiempo?

-No quería hacerlo -respondió él al cabo de unos segundos.

- Quería que hiciera el anillo, no sé por qué. No lo sabía entonces. Pero lo he sabido esta mañana, cuando descubrí que te habías dejado esto en la tienda -dijo extrayendo de un bolsillo el anillo con la amatista.

(Tu nombre) sintió mariposas en el estómago.

-Pero ahora ya lo sabes.

-¿Por qué a las mujeres os gusta tanto que todo tenga una explicación? No, no contestes o nos pasaremos el día aquí. Quería más.

-¿Más qué?

-Me parecías una mujer divertida, atractiva, hermosa y dulce. Trataste a Caroline con cariño después de que el hombre del que se había enamorado la agrediera. Y además, me compraste unos calcetines amarillos para que no me tomara las cosas tan en serio.

-Gracias por la explicación.

-Entonces me di cuenta de que estaba muy orgulloso de tenerte a mi lado y me sentía solo cuando no estabas junto a mí -continuó Bill-. Y fue entonces cuando empecé a pensar en el futuro. Yo mismo me asusté y traté de olvidar esas sensaciones. Sabía que tú también te asustarías. Además, no había prisa. Tres meses parecían mucho tiempo, hasta esta mañana en que me di cuenta de lo que estaba pasando -añadió con una triste sonrisa-. Me había enamorado de ti. ¿Qué estúpido, verdad? Así que aquí estoy, dispuesto a convencerte de que tenemos un futuro en común.

-¿Un futuro en común? -balbuceó (Tu nombre).

-Sí, los dos juntos -respondió él-. Me di cuenta nada más conocerte de que eras peligrosa, pero no supe dónde estaba el peligro hasta que fue demasiado tarde.

Era demasiado. Todo lo que había querido, todo lo que había soñado... (Tu nombre) no sabía por dónde empezar y ,sacudió la cabeza, confusa. Bill se tomó su gesto como de rechazo.

-Está bien, (Tu nombre). Te dejaré. No te preocupes por Ross, lo arreglaré todo -dijo Bill, y con las manos en los bolsillos se dio la vuelta y comenzó a alejarse.

Tenía que hacer algo, y rápido, o el hombre al que amaba saldría de su vida para siempre y nunca sabría lo que sentía por él.

-¿Me estás pidiendo después de todo que sea la madre de tus hijos?

-(Tu nombre) no bromees, no puedo soportarlo.

-No estoy bromeando. Puedes llamarlo Bill Patrick Kaulitz cuarto si quieres.

-¿Me lo prometes? -preguntó muy serio-. ¿Quiere eso decir que aceptas mi proposición?

-Sí -susurró (Tu nombre)-. Te quiero.

Él recorrió el espacio que los separaba en dos grandes pasos y ella se arrojó a sus brazos.

-Te quiero -dijo Bill, y la besó larga y apasionadamente.

Por un instante, (Tu nombre) creyó ver que había alguien mirando tras las cortinas de la recepción. Pero se olvidó de todo y se dejó llevar por el beso.

-Caroline no sólo está aquí porque trabaje aquí -dijo (Tu nombre) cuando se separaron-. Está planeando hacer unos cambios, incluyendo a Dave.

-¿Por qué tiene que importarme lo que haga mi hermana?

-Porque ahora que tienes un motivo para quedarte en Chicago, quizá hubieras pensado trabajar con Dave, y por ello deberías saber que tu hermana está...

-Sí, ya pensaré en todo eso más tarde. Ahora tengo que dar con los nombres de mis hijos.

-¿No tienes algo mejor que hacer?

-Ahora que lo dices, se me ocurren muchas cosas -murmuró Bill-. Vayamos dentro y lo discutiremos.

-Dentro nos encontraremos con Caroline y Dave.

-Entonces, vayamos a casa. ¡Qué bonita palabra! Casa.

-De acuerdo -respondió (Tu nombre) mientras ambos se dirigían de la mano hacia el coche.


FIN!!

CAPITULO 39

BUENO, AQUÍ EL ANTEPENÚLTIMO CAPITULO, MAS RATITO SUBO EL SIGUIENTE Y BUENO DEJARE UNA ENCUESTA DE QUIEN QUIEREN QUE SUBA EL SIGUIENTE FIC,

-¿Todas mis cosas? ¿Te refieres a esto? -preguntó señalando la bolsa.

-No te he pedido que te fueras.

-No, y supongo que te ha gustado tenerme cerca unos días. Admito que ayer lo pasé muy bien.

-Nada me hizo imaginar esta mañana que fueras a irte.

-En eso tienes razón -dijo (Tu nombre) encogiéndose de hombros-. Pero cuando llegué al centro comercial descubrí lo que habías estado haciendo todo este tiempo.

-Eso es lo que me parece curioso. No has tenido tiempo de ir a mi apartamento y recoger tus cosas después de marcharte del centro comercial. Lo tuviste que hacer esta mañana.

-¿Cómo lo sabes?

-Le pregunté al portero la hora a la que te fuiste y si habías regresado más tarde. Tuviste que llevarte tus cosas antes incluso de ver a Ross y de saber lo del acuerdo. ¿Por qué, (Tu nombre)?

Ella se encogió de hombros. ¿Qué más daba? Quizá fuera mejor que Bill pensara que se iba porque estaba aburrida.

-Ya te avisé que no me gustaban los compromisos.
Lo he pasado muy bien, pero incluso los fines de semana divertidos tienen un final.

-Entiendo -dijo muy serio-. Así que nada de lo que ha pasado te importa.

Debería asentir y dejarlo estar, pero algo en su interior no le permitía olvidar la magia que habían compartido, ni siquiera para mantener su orgullo.

-Sí, me importa, pero cuando descubrí lo que estabas haciendo me di cuenta que había tomado la decisión correcta. No me gusta que me traten como a una tonta. No es la primera vez que me pasa, que me utilizan para cerrar algún acuerdo sin decírmelo.

-¿Así que ése es el motivo por el que volviste de San Francisco? ¿Cómo se llamaba? ¿Pete?

-Pete Willis. Prefiero no hablar de él -dijo (Tu nombre). Bill no dijo nada y el silencio se hizo tenso. Finalmente ella continuó-. Está bien, si quieres oírlo, te lo contaré. Me fui a San Francisco con Pete para montar una agencia de publicidad. Él se ocupaba de encontrar clientes y yo me encargaba de diseñar las campañas.

-Una sociedad.

-Sí, pero era más que eso. Después de un tiempo, decidimos que en cuanto el negocio estuviera en marcha nos casaríamos. Incluso me regaló un anillo de diamantes.. ¿Qué mujer dudaría que el diamante de su anillo de compromiso no fuera real? En aquel tiempo, los dos trabajábamos mucho para hacer que la agencia funcionara. Incluso extendí cheques a nombre de la empresa.

-¿Idea suya, verdad?

-No lo recuerdo, pero probablemente -dijo y tragó saliva-. Entonces, un día volvió de una reunión y me dijo que había llegado a un acuerdo con un nuevo cliente. Se iba a convertir en nuestro cliente más importante porque Pete se iba a casar con su hija. Ofreció pagarme una indemnización para que me fuera porque su prometida no quería verme cerca de él y muy amablemente me dijo que me quedara con el anillo de compromiso.

-Y fue entonces cuando descubriste que no era un diamante.

-No, algo más tarde, cuando me quedé sin ahorros. Resultó que era una imitación, así que lo empeñé y conseguí cien dólares para pagar la gasolina de vuelta a casa. Pero, ¿qué más da? Quizá debería acostumbrarme a que me traten así.

-Yo no soy como Pete Willis.

-No, tú tienes una excusa mejor para hacer lo que hiciste.

-(Tu nombre)..

-Aunque creo que en el fondo tuve suerte de no acabar casándome con una persona así. Pero tú ni siquiera me conocías. Al menos esta vez, no he salido tan perjudicada.

-Te refieres a la amatista.

-No, el anillo está en la joyería -dijo (Tu nombre) mostrando su mano izquierda-. Me refiero a que esta vez tengo ropa bonita y he disfrutado de una deliciosa fiesta, por no olvidar los ratos en tu cama.

-Déjalo ya, (Tu nombre).

-Además, ¿por qué iba a esperar que me contaras tus planes? Al principio no quisiste ni decirme tu verdadero nombre, así que ¿por qué iba a extrañarme que ocultaras algunas cartas bajo la manga? -se hizo un largo silencio entre ellos y al fin, (Tu nombre) continuó-. Aquí hemos terminado.

-No, no hemos terminado. Creí que teníamos tiempo, que no había prisa.

-¿Tiempo?

-Tres meses.

-Ah, la campaña. Mira, siento si tu nuevo jefe quiere continuar con esta farsa, pero... -se detuvo sin saber qué excusa poner.

-Es tu nuevo jefe.

-¿Qué? -preguntó (Tu nombre). Por un momento había olvidado el acuerdo que había hecho con Ross Clayton. Le había dicho que estaba dispuesta a trabajar para él y los almacenes Tyler-Royale. Le había pedido que esperara hasta Navidad para contratarla y ese comentario había hecho que Ross le preguntara por la campaña de publicidad. Pero si ya no iba a trabajar en la campaña, él habría asumido que podía incorporarse a su nuevo trabajo inmediatamente.

Quizá tuviera que trabajar codo con codo con Bill. o lo que era peor, quizá Ross quisiera que terminara lo que ya estaba empezado. El éxito de la campaña de Bill había comenzado a dar sus frutos y los clientes habían aumentado. ¿Por qué iba Ross a querer estropear lo que habían conseguido en apenas unos días?

-Hicimos un trato -recordó Bill-. Tres meses.

-Tienes razón. Si tengo que...

-No, no tienes por qué. Entiendo, no es por la campaña por lo que te niegas a continuar, es por mí.

(Tu nombre) no podía negar eso.

-¿Qué me dices de Ross? No creo que quiera contratarme después de esto.

-¿Por qué tuviste que pedirle un empleo? -preguntó Bill con curiosidad-. Creí que querías un negocio propio que te diera independencia.

-Bueno, todo lo que dijiste acerca de la competencia, lo difícil que iba a ser elegir los clientes...

-No te creo. ¿Es por mí, verdad?

-No es sólo por ti, Bill -dijo (Tu nombre). No estaba dispuesta a darle más explicaciones-. ¿Crees que puede afectar tu acuerdo con Ross si no seguimos con la campaña? Porque en ese caso, supongo que podría...

-¿Cambiarías de opinión por mí? -preguntó Bill

CAPITULO 38

ale te voy ha complacer y este cap va para ti XD bueno que mas puedo decir ya nos quedaon el cap 39 y 40 u.u, quizas despues de terminarlo publique alguno de geo o gustav XD pero aun no lo se.

Lo primero que (Tu nombre) vio al abrir la puerta fue el nuevo suelo. Era oscuro, brillante y tan pulido como la superficie de un espejo. Lo siguiente que vio fue un nuevo carrito de té antiguo con una tetera de acero inoxidable y un juego de tazas con motivos florales, las mismas que Caroline había comprado en Kaulitzwells el viernes.

La mujer que estaba sentada en el escritorio de la señora Cusack estaba inclinada sobre uno de los cajones de detrás de la mesa y (Tu nombre) la miró sorprendida.

-¿Caroline?

-Sí, ¿puedo ayudar...? -dijo enderezándose-. Ah, hola (Tu nombre).

-¿Qué estás haciendo aquí?

-Estoy echando una mano. La señora Cusack está enferma otra vez. Dice que debe de ser el polvo que levantaron los operarios al quitar la alfombra. Pero teniendo en cuenta que no ha estado aquí desde que la quitaron, no creo que sea el motivo real.

-Te estás haciendo indispensable.

-Eso espero -respondió sonriente-. ¿Quieres café? Lo he hecho yo. Le he prohibido a Dave que lo prepare él.

-Buena idea. ¿Está Bill aquí? -preguntó (Tu nombre) asomando la cabeza por la puerta del despacho de Dave.
-No. ¿Tenía que venir?

-El coche está fuera. Aunque ahora que lo recuerdo, es tu coche, ¿verdad? Lo siento, no me hagas caso.
Era imposible que hubiera atravesado la ciudad antes que ella. Si lo hubiera hecho, ésa habría sido una muestra de que después de todo a él le importaba. Pero no había sido así. Su esperanza había sobrepasado el sentido común. No había sido más que una estúpida esperanza.

-¿(Tu nombre), estás bien?

-Nunca he estado mejor que ahora. Voy a sacar mis cosas del coche. ¿Podrías decirle a Dave que necesito verlo en cuanto pueda?

-Claro. Por cierto, que quería comentarte que el membrete de las cartas de Dave es un poco antiguo. Pensaba, si tienes tiempo, que diseñaras uno nuevo. Y ahora que me paro a pensarlo, quizá fuera un buen momento para cambiar más cosas en la oficina.

(Tu nombre) se quedó mirándola pensativa. Aquella mujer parecía haber tomado una decisión y estaba dispuesta a luchar por Dave. Eso le producía sentimientos confusos. Le gustaba Caroline como cuñada. Pero eso supondría que en algunas ocasiones toda la familia coincidiría y se tendría que verse cara a cara con Bill. Había regresado a casa para no encontrarse con Pete en San Francisco. Ahora temía encontrarse con Bill en Chicago.

Estaba sacando una bolsa de su coche cuando un pequeño coche negro se detuvo ante ella y vio a Bill por la ventanilla.

-¿Qué demonios estás haciendo?

-Sacando mis cosas -respondió cortante.

-¿Por qué no estás en Kaulitzwells?

-¿Por qué no aparcas y entras a tomar una taza de café? Así podremos hablar como gente civilizada.-dijo ella

Bill puso en marcha el coche para aparcarlo. Se bajó y cerró la puerta de un portazo.

-Quizá no deberías entrar. Es el primer día de trabajo de Caroline y no quisiera que tuviera que llamar a la policía para que te echen de aquí.

-¿Desde cuándo trabaja Caroline aquí?

-Sabía que eso llamaría tu atención -dijo (Tu nombre) dejando la bolsa en el suelo-. ¿Ya has cerrado tu acuerdo?

-Sí. Los almacenes Kaulitzwells y Tyler-Royale van a fusionarse -dijo Bill.

-A Jason no le va a gustar la idea.

-Económicamente va a beneficiarse. Va a obtener más dinero que si dirigiera la compañía.

-No sé si lo entenderá de la misma manera que tú. Parece que para él lo importante es tener el control y no los beneficios.

-Por eso las tiendas se hallan en el estado en el que están.

-No quiero que me lo expliques, Bill -dijo (Tu nombre).

-Está bien. No te molestaré con mis problemas.

(Tu nombre) se quedó en silencio y pensó que debería entrar en casa y dejarlo allí plantado. Pero le era imposible moverse. Prefería terminar aquella conversación a solas que entrar dentro con él.

-Imagino que has venido a pedirme que vuelva contigo a la tienda.

-¿Hay algún motivo para no hacerlo? Tenemos que terminar la campaña.

-¿De verdad? Creí que ahora que has cerrado el acuerdo no había necesidad para continuar con la campaña. ¿Qué fue lo que dijo Ross acerca de mejorar la imagen de las tiendas para aumentar su valor? Pero si ya habéis cerrado el trato, no hay razón para continuar con esta farsa.

-(Tu nombre)...

-¿0 Ross piensa que sigue siendo una buena idea y ahora que trabajas para él quieres complacerlo? -preguntó (Tu nombre), y al instante se arrepintió de sus palabras.

-¿Qué más da eso? Acordamos hacer la campaña y eso no tiene por qué cambiar. Sigue siendo una buena idea. Por cierto, ¿por qué estás aquí? Te he estado buscando en la tienda.

-No sabía cuánto tiempo ibas a estar ocupado.

-Creí que te habrías ido a casa.

-Es lo que he hecho, Bill. Ésta es mi casa.

-Sabes a lo que me refiero. Fui a mi apartamento a buscarte y todas tus cosas habían desaparecido.

-¿Todas mis cosas? ¿Te refieres a esto? -preguntó señalando la bolsa.


CAPITULO 37


Bill la había usado al igual que su ex prometido. La única diferencia entre Bill y Pete era que esta vez ella se había dado cuenta antes de que él la dejara.

-Os dejaré solos para que podías hablar -dijo (Tu nombre) forzando una sonrisa-. Hasta luego, Bill.

Se dirigió hacia la entrada de los almacenes Kaulitzwells en lugar de salir del centro comercial para que él no sospechara que algo no iba bien. Así pensaría que iba a prepararse para la sesión de fotos del día. Antes o después iba a tener que hablar con él. Si al menos pudiera dedicar un par de horas a despejar su mente... Ese sería el tiempo que él tardaría en darse cuenta de que se había ido. Si paseaba por las tiendas, los empleados la verían y entonces, cuando él preguntara dónde estaba, le dirían que por allí, porque la habían visto.

Estaba muy enfadada para que las lágrimas escaparan de sus ojos y no estaba dispuesta a que la vieran llorar. Tenía que mantenerse firme. Pero al pasar por el departamento de joyería, no tuvo más remedio que detenerse al ser llamada por el encargado.

-Señorita Malone, ¿puedo robarle un minuto de su tiempo? Quisiera que viera su alianza -dijo sacando un pequeño estuche de una pequeña caja fuerte que había bajo el mostrador.

El anillo seguía teniendo los dos aros que había diseñado en un principio aquel hombre, pero era diferente a cómo lo había imaginado. El oro no era brillante, sino mate, y no había ninguna piedra, sólo unas pequeñas marcas.

-No se parece en nada a lo que había imaginado viendo el dibujo.

-Pero lo hará cuando esté terminado. Todavía no está pulido ni las piedras engarzadas. Lo único que quería ahora es que se lo probara antes de empezar a colocar las piedras.

(Tu nombre) miró la amatista de su mano izquierda y se la quitó con tristeza. Sabía, desde el momento en que Bill le había puesto el anillo en el dedo, que no se quedaría en su mano para siempre. De hecho en aquel momento, ni siquiera deseaba que fuera así.

Observó cómo el joyero colocaba los anillos en perfecta combinación con la amatista. Al parecer, por la expresión de su rostro, el joyero estaba encantado con el resultado de su trabajo.

-Deje que tome algunas medidas. No tardaré más que un momento. Quiero asegurarme de que encajen perfectamente.

-No hay prisa -dijo (Tu nombre), y se dio cuenta de que aquélla era la oportunidad que había estado esperando. Estaba deseando deshacerse del anillo ahora que conocía las verdaderas intenciones de Bill-. Quizá sea mejor que se lo quede para que todo encaje a la perfección. Me aseguraré de esconder mi mano izquierda mientras se hacen las fotos.

El joyero protestó, pero ella insistió. Al cabo de unos segundos, (Tu nombre) se dirigió hacia la puerta de salida más cercana. Justine no estaba en la sección de cosméticos, lo que fue una suerte, ya que no habría sabido qué excusa darle para salir de los almacenes. Llegó hasta su coche y se quedó pensativa unos segundos, preguntándose dónde ir.

¿Cómo había sido capaz de no decirle la verdad? ¿Por qué no le había dicho que toda aquella campaña publicitaria escondía algo? Aunque, ¿por qué debería habérselo dicho? Al fin y al cabo, ella era una empleada más. Y los jefes no solían ir contando a sus empleados lo que ocurría con el negocio.

A pesar de que estaba enfadada con él, lo amaba. Si no lo quisiera tanto, no le habría importado que le hubiera ocultado una parte de la historia. Al fin y al cabo, era su empresa y no la de ella.

De pronto, se sintió tan agotada que apenas pudo mantenerse en pie. Encendió el motor del coche y regresó a su casa.

Había un coche rojo deportivo aparcado al otro lado de la esquina y se quedó mirándolo sorprendida. ¿Cómo era posible que Bill hubiera llegado antes que ella? ¿Cómo sabía que se había ido y dónde buscarla?

Pensó en no detenerse y seguir conduciendo, pero no le apetecía ir a ningún otro sitio. Además, cuanto antes se enfrentara a él, mejor, y quizá aquél fuera un buen momento para hacerlo.

Mientras

Bill no podía concentrarse en las cifras de las que Ross Clayton le estaba hablando. El rostro de (Tu nombre) volvía a su mente una y otra vez. Se había quedado consternada al percatarse de que había confiado en la única persona que más daño podía hacerle. Tampoco podía olvidar lo rápido que se había ido de allí.

-Escucha -dijo Ross-. Dejemos los números para más tarde, cuando puedas concentrarte.

-No tengo ningún problema -repuso Bill, y se puso de pie-. Lo siento, necesito un minuto para...

-Entiendo. En momentos como éste, me gustaría no tener sentimientos. Ve y arregla tus problemas personales y mañana seguiremos hablando.

Tenía que encontrarla y nadie en la tienda parecía saber dónde estaba. Justine no la había visto y tampoco Arabella. El encargado del departamento de joyería estaba muy ocupado y no le escuchó preguntar por (Tu nombre).

-Mire lo bien que encajan las dos piezas y cómo los diamantes acentúan la amatista -dijo el joyero.

-Ése es el anillo de (Tu nombre).

-Así es, señor. Cuando le enseñé la alianza esta mañana, me ofreció la amatista para que pudiera terminar el trabajo.

-¿Te dejó quedártela? -preguntó Bill. Había visto que la llevaba puesta cuando se la encontró con Ross. Lo sabía porque le había llamado la atención el temblor de sus manos. Así que había estado allí y le había dejado el anillo de compromiso. ¿Habría dejado algo más? ¿Lo habría dejado a él?-. Maldita sea. Dame ese anillo.


CAPITULO 36



-Quizá debería preguntar si...

-Sí, Bill, quiero hacer el amor contigo -dijo (Tu nombre) mirándolo a los ojos.

-Me alegro de oírlo, pero no es eso lo que iba a preguntarte. Aunque lo mejor será que atienda a tus deseos -dijo Bill y, poniéndose de pie, la tomó entre sus brazos y la llevó al dormitorio, donde la dejó sobre la cama. Se despojaron de la ropa, se deslizaron entre las sábanas y disfrutaron entregándose el uno al otro dando rienda suelta a su pasión. Más tarde, (Tu nombre) se despertó abrazada a él.

-Tengo hambre -dijo (Tu nombre).

-¿De qué?

-De costillas.

-Ya te dije que eran las mejores de la ciudad.

(Tu nombre) alargó la mano y acarició el torso de Bill.

-Éstas son las mejores costillas de la ciudad.

 Mas tarde

(Tu nombre) no regresó a la buhardilla. Al día siguiente, lunes, se sentía feliz y relajada y rehusó ir a trabajar con Bill.

-Ve a tu reunión. Yo tomaré otra taza de café y luego iré a comprar un regalo a la tía Archie en agradecimiento por la fiesta.

Bill estaba de pie en la cocina apurando su segunda taza de café. Llevaba la corbata alrededor del cuello todavía sin anudar, pero su aspecto era tan impecable como de costumbre.

-Si quieres hacer un regalo de agradecimiento, házselo a Gregory. Él ha trabajado más que la tía Archie -dijo Bill dejando la taza y dándole un largo beso.

Después de que se fuera, (Tu nombre) se quedó pensativa. La razón le decía que no diera nada por supuesto. No había ninguna duda de que Bill no quería ninguna relación duradera. Ya lo había dicho en varias ocasiones y no había hecho nada en las últimas horas que contradijera esa idea. No, no era tan tonta como para creer que él hubiera cambiado de opinión sólo porque se habían acostado. Si fuera lista, recogería sus cosas y regresaría a la buhardilla. La había invitado a quedarse en su casa hasta que el suelo estuviera colocado y los muebles en su sitio y, probablemente, ese trabajo ya estaría hecho. Sería mejor que no asumiera que las cosas habían cambiado entre ellos.

Si regresaba a casa, seguramente perdería la oportunidad de que aquello se convirtiera en algo más. Algo más profundo como el amor. Por eso tenía que regresar a casa cuanto antes. Mejor que fuera ella la que tomara la decisión antes de que él le sugiriera que se fuese. Así que con tristeza, pero sabiendo que hacía lo correcto, (Tu nombre) recogió sus cosas y las metió en el coche.

Se quedó sorprendida al llegar al aparcamiento del centro comercial y comprobar que estaba casi completo, especialmente en las entradas a Kaulitzwells. Tuvo que aparcar cerca de Tyler-Royale y entrar por una de las puertas del centro comercial en lugar de directamente a Kaulitzwells. De pronto, oyó que la llamaban. Era Ross Clayton.

-Me alegro de verte, pero no creo que vengas a mis tiendas. ¿Te importa que te acompañe?

-Desde luego que no. Bill me dijo que tus oficinas estaban en el centro de la ciudad.

-Así es. Pero el director general está montando las nuevas tiendas en Seattle y me estoy ocupando de todo hasta que regrese.

-Debe de ser difícil. Bill lo tiene mucho más fácil al tener tiendas sólo en esta ciudad.

-Sí, pero si la economía local sufre un receso, no cuenta con tiendas en otras ciudades que puedan compensar las pérdidas.

-Es cierto -dijo (tu nombre) e impulsivamente añadió-: ¿De verdad estarías dispuesto a contratarme?

-Claro.

Ella respiró hondo. Tenía que hacer algo para asegurar su futuro.

-¿Podrías esperar hasta Navidad para darme el trabajo?

-¿Hasta que acabe la campaña de publicidad?

-Salvo que pienses contratarme porque voy a casarme con el presidente de Kaulitzwells.

-Te contrataré por cómo eres.

-Necesito dejar las cosas muy claras. Quiero que sepas que no voy a tener ningún contacto con Kaulitzwells después de Navidad porque el compromiso se romperá entonces.

Se hizo una larga pausa y al cabo de unos segundos, Ross sonrió.

-Así que es cierto. Bill se ha inventado toda esta historia del compromiso.

-No, no del todo. La protagonista iba a ser Caroline, pero de pronto... -(Tu nombre) se detuvo. No tenía por qué contarle aquello a Ross.

Pero Ross había dejado de prestarle atención. Habían llegado junto a una de las cafeterías del centro comercial y se había detenido a saludar a un hombre: Bill.

-Ya hablaremos más tarde, (Tu nombre) -dijo Ross-. Puedes estar segura de que tendrás trabajo cuando quieras.

-¿De qué va todo esto? -preguntó Bill poniéndose de pie.

-Hemos hecho un trato, Bill -dijo Ross-. Tengo que darte la enhorabuena. Ha sido una buena idea comenzar la campaña publicitaria en este momento y mejorar la imagen de tus tiendas para incrementar el precio que estoy dispuesto a pagar por ellas.

Bill miró a (Tu nombre), que comenzaba a sentirse mal. Había olvidado una de las reglas más importantes de los negocios: nunca olvidar con quién se hablaba. Había compartido información confidencial con el mayor rival de Bill, que al parecer pretendía comprarle sus tiendas. Pero, ¿por qué Bill no se lo había contado? ¿Por qué no había confiado en ella? Habría medido sus palabras si hubiera sabido lo importante que era que Ross Clayton no supiera la verdad.

(Tu nombre) observó a Bill. Estaba serio, pero no parecía enojado. Su expresión era de culpabilidad.

De repente, (Tu nombre) comprendió lo que se había estado escondiendo detrás de toda esa historia del compromiso y de los anuncios. Bill no había ocupado el lugar de Caroline en la campaña publicitaria para proteger a su hermana. Todo había sido planeado desde el principio para elevar el valor de la cadena de grandes almacenes Kaulitzwells y (Tu nombre) había sido tan sólo una pieza a la que recurrir cuando Caroline dejó de ser útil. Sin pretenderlo, había descubierto el plan de Bill a Ross y lo sentía. Había cometido un error sin pretenderlo. Sin embargo, él había actuado deliberadamente. La había usado y eso era algo que ella no estaba dispuesta a olvidar.