(Tu nombre) pasó el resto de la sesión de fotos en un estado de
aturdimiento. Había hecho todo lo que Jason le había dicho, desde primeros
planos de Bill y ella mostrando el anillo con la amatista hasta dibujos de los
posibles diseños de las alianzas. Todos parecían satisfechos, incluso Jason,
que decidió que la sesión había concluido y permitió que los miembros del
equipo se marcharan a comer antes de la hora.
-No puedo creer que ya hayamos acabado -comentó (Tu nombre) en voz
baja.
-Yo nunca había trabajado tanto sin hacer nada -dijo Bill-. Ya
hemos acabado en esta sección. Esta tarde seguiremos haciendo fotos en el
departamento de muebles.
-Es cierto. ¿A qué hora tengo que volver?
-¿Adónde vas?
-A cualquier sitio que no sea éste. Al menos por un rato.
-Te sentirás mejor después de comer. Vamos.
-Dijiste que tenías una cita para comer.
-Es cierto. Contigo. Subamos al restaurante.
(Tu nombre) dudó.
-¿Se habrán llevado ya la ropa? Porque si sigue allí, no quiero
verla otra vez.
-Estoy seguro de que se la habrán llevado. Aunque si prefieres que
vayamos a otro sitio...
-Sí, por favor. Algún sitio donde podamos hablar.
-Creo que no me gusta eso -dijo Bill tomándola por el codo y
guiándola fuera de la joyería. asaron la librería y bajaron la escalera
mecánica hasta una de las entradas-. ¿Te parece bien alguno de los restaurantes
del centro comercial?
-De acuerdo. Me apetece un sándwich o un gran batido de fresas y
plátano.
-Pues entonces tomaremos un sándwich -dijo Bill-. Ahora dime, ¿qué
es lo que pasa?
-Deberías haberme advertido de algunas cosas.
Él se quedó sorprendido.
-Lo has hecho muy bien.
(Tu nombre) abrió la boca para, decir algo, pero se lo pensó mejor.
¿Para qué reconocer que estaba enfadada? Eso sólo le traería problemas. Si le
decía que estaba molesta por todos aquellos besos y abrazos frente a la cámara,
él podía sospechar que se debía a motivos personales y no a su falta de
experiencia como modelo. Podía pensar que se sentía incómoda con él y eso era
ridículo. No, era mejor no darle motivos para pensar eso. En cualquier caso, ya
se habían dado el primer beso, por lo que lo peor había pasado y ya no tenía
nada que temer. A partir de ese momento, todo sería más fácil.
Sí, se dijo, lo peor ya había pasado. Aunque tenía que reconocer
que los besos no habían estado mal. De hecho, si no hubiera sido por todo lo
que había alrededor, el público y las cámaras, los habría disfrutado. Los besos
de Bill habían despertado sensaciones que creía dormidas.
No podía permitir que eso hiciera cambiar su comportamiento. Ya en
una ocasión había creído que, si un hombre se mostraba encantador, era porque
la amaba. Había creído que Pete la quería, pero lo cierto era que se había
aprovechado de ella. No, no estaba dispuesta a que volviera a sucederle y lo
primero que tenía que hacer era mostrarle a Bill que sus besos no tenían ningún
efecto en ella.
-Gracias -dijo ella cortés-. Me alegro de que te lo parezca. Por
cierto, ¿qué problema tiene Jason? Llevo doce años en el mundo de los negocios
y no había conocido a nadie que pusiera tantas pegas trabajando.
-Siempre había pensado que cuando mi padre se jubilara, él se
haría cargo de todo.
-Así que está molesto porque no es el gran jefe, ¿no? Me sorprende
que no lo hayas despedido.
-No puedo. Es primo mío.
-Apuesto a que también es accionista y se pasa el día detrás de ti
discutiendo.
-Lo tengo siempre pegado a mí. ¿Un sándwich, verdad? -dijo Bill
sujetando una silla para que se sentara-. Quédate aquí mientras yo voy a
pedirlo.
La silla era incómoda, pero aún así (Tu nombre) se reclinó en el
respaldo para aliviar el dolor de su espalda después de haber pasado toda la
mañana de pie. Se quitó uno de los zapatos de tacón y lo frotó contra el otro
pie. Aunque trataba de pasar desapercibida, un joven que estaba sentado en una
mesa cercana la miraba con interés. Estaba tomando café mientras los dos niños
que estaban sentados junto a él comían.
Bill regresó con una bandeja.
-No sabía qué querías de beber. Al menos está frío.
-Espero que sea pegajoso. Hazme el favor de echárselo por la
cabeza a ese hombre de ahí.
-¿Cuál? -preguntó Bill mirando alrededor-. ¿El que está con unos
niños?
-Sí, y cuyo anillo de casado brilla desde la distancia -respondió (Tu nombre), y de repente recordó en incidente en el bar con Joe-. No importa. No
quiero que haya una pelea en un centro comercial por mi culpa.
-Da igual. Al fin y al cabo, este traje ya está estropeado -dijo
Bill mirando al hombre y saludándolo con la mano-. Enseguida vuelvo.
-No, de verdad, no vayas. No pasa nada -dijo (Tu nombre) agarrando su
brazo y tratando de cambiar de conversación-. Por cierto, lo correcto por mi parte
sería reponerte el traje, pero como no puedo pagar un traje como éste, yo...
-de pronto, (Tu nombre) se detuvo-. ¿Acabas de saludar al hombre que me estaba
observando?
-Sí. Y no te estaba observando. Tan sólo estaba mirando con quién
estoy yo.
-De eso ya me había dado cuenta -dijo (Tu nombre) secamente.
-Es el presidente del consejo de mi mayor rival.
-¿El presidente de Tyler-Royale está comiendo en un centro
comercial?
-¿Y por qué no? Yo también lo estoy haciendo. Además, él tiene una
buena excusa.
-¿Te refieres a los niños?
-Sí. Sin embargo, mi compañía es...
-Una mujer que se está comportando como una niña. Tienes razón.
¿He de ser amable con él?
-Por supuesto. Aquí viene -dijo Bill y se puso de pie-. Ross, me
alegro de verte. Quiero presentarte a mi prometida.
Aquella palabra sonó extraña al oírla de sus labios. (Tu nombre) se
imaginó que debía de ser la primera vez que la pronunciaba ante alguien que no
fuera alguno de sus empleados. No le extrañaba que le pareciera rara; a ella
también se lo parecía. Fuera de Kaulitzwells parecía más seria, más real.