sábado, 29 de octubre de 2011

CAPITULO 18


(Tu nombre) pasó el resto de la sesión de fotos en un estado de aturdimiento. Había hecho todo lo que Jason le había dicho, desde primeros planos de Bill y ella mostrando el anillo con la amatista hasta dibujos de los posibles diseños de las alianzas. Todos parecían satisfechos, incluso Jason, que decidió que la sesión había concluido y permitió que los miembros del equipo se marcharan a comer antes de la hora.

-No puedo creer que ya hayamos acabado -comentó (Tu nombre) en voz baja.

-Yo nunca había trabajado tanto sin hacer nada -dijo Bill-. Ya hemos acabado en esta sección. Esta tarde seguiremos haciendo fotos en el departamento de muebles.

-Es cierto. ¿A qué hora tengo que volver?

-¿Adónde vas?

-A cualquier sitio que no sea éste. Al menos por un rato.

-Te sentirás mejor después de comer. Vamos.

-Dijiste que tenías una cita para comer.

-Es cierto. Contigo. Subamos al restaurante.

(Tu nombre) dudó.

-¿Se habrán llevado ya la ropa? Porque si sigue allí, no quiero verla otra vez.

-Estoy seguro de que se la habrán llevado. Aunque si prefieres que vayamos a otro sitio...

-Sí, por favor. Algún sitio donde podamos hablar.

-Creo que no me gusta eso -dijo Bill tomándola por el codo y guiándola fuera de la joyería. asaron la librería y bajaron la escalera mecánica hasta una de las entradas-. ¿Te parece bien alguno de los restaurantes del centro comercial?

-De acuerdo. Me apetece un sándwich o un gran batido de fresas y plátano.

-Pues entonces tomaremos un sándwich -dijo Bill-. Ahora dime, ¿qué es lo que pasa?

-Deberías haberme advertido de algunas cosas.

Él se quedó sorprendido.

-Lo has hecho muy bien.

(Tu nombre) abrió la boca para, decir algo, pero se lo pensó mejor. ¿Para qué reconocer que estaba enfadada? Eso sólo le traería problemas. Si le decía que estaba molesta por todos aquellos besos y abrazos frente a la cámara, él podía sospechar que se debía a motivos personales y no a su falta de experiencia como modelo. Podía pensar que se sentía incómoda con él y eso era ridículo. No, era mejor no darle motivos para pensar eso. En cualquier caso, ya se habían dado el primer beso, por lo que lo peor había pasado y ya no tenía nada que temer. A partir de ese momento, todo sería más fácil.

Sí, se dijo, lo peor ya había pasado. Aunque tenía que reconocer que los besos no habían estado mal. De hecho, si no hubiera sido por todo lo que había alrededor, el público y las cámaras, los habría disfrutado. Los besos de Bill habían despertado sensaciones que creía dormidas.

No podía permitir que eso hiciera cambiar su comportamiento. Ya en una ocasión había creído que, si un hombre se mostraba encantador, era porque la amaba. Había creído que Pete la quería, pero lo cierto era que se había aprovechado de ella. No, no estaba dispuesta a que volviera a sucederle y lo primero que tenía que hacer era mostrarle a Bill que sus besos no tenían ningún efecto en ella.

-Gracias -dijo ella cortés-. Me alegro de que te lo parezca. Por cierto, ¿qué problema tiene Jason? Llevo doce años en el mundo de los negocios y no había conocido a nadie que pusiera tantas pegas trabajando.

-Siempre había pensado que cuando mi padre se jubilara, él se haría cargo de todo.

-Así que está molesto porque no es el gran jefe, ¿no? Me sorprende que no lo hayas despedido.

-No puedo. Es primo mío.

-Apuesto a que también es accionista y se pasa el día detrás de ti discutiendo.

-Lo tengo siempre pegado a mí. ¿Un sándwich, verdad? -dijo Bill sujetando una silla para que se sentara-. Quédate aquí mientras yo voy a pedirlo.

La silla era incómoda, pero aún así (Tu nombre) se reclinó en el respaldo para aliviar el dolor de su espalda después de haber pasado toda la mañana de pie. Se quitó uno de los zapatos de tacón y lo frotó contra el otro pie. Aunque trataba de pasar desapercibida, un joven que estaba sentado en una mesa cercana la miraba con interés. Estaba tomando café mientras los dos niños que estaban sentados junto a él comían.

Bill regresó con una bandeja.

-No sabía qué querías de beber. Al menos está frío.

-Espero que sea pegajoso. Hazme el favor de echárselo por la cabeza a ese hombre de ahí.

-¿Cuál? -preguntó Bill mirando alrededor-. ¿El que está con unos niños?

-Sí, y cuyo anillo de casado brilla desde la distancia -respondió (Tu nombre), y de repente recordó en incidente en el bar con Joe-. No importa. No quiero que haya una pelea en un centro comercial por mi culpa.

-Da igual. Al fin y al cabo, este traje ya está estropeado -dijo Bill mirando al hombre y saludándolo con la mano-. Enseguida vuelvo.

-No, de verdad, no vayas. No pasa nada -dijo (Tu nombre) agarrando su brazo y tratando de cambiar de conversación-. Por cierto, lo correcto por mi parte sería reponerte el traje, pero como no puedo pagar un traje como éste, yo... -de pronto, (Tu nombre) se detuvo-. ¿Acabas de saludar al hombre que me estaba observando?

-Sí. Y no te estaba observando. Tan sólo estaba mirando con quién estoy yo.

-De eso ya me había dado cuenta -dijo (Tu nombre) secamente.

-Es el presidente del consejo de mi mayor rival.

-¿El presidente de Tyler-Royale está comiendo en un centro comercial?

-¿Y por qué no? Yo también lo estoy haciendo. Además, él tiene una buena excusa.

-¿Te refieres a los niños?

-Sí. Sin embargo, mi compañía es...

-Una mujer que se está comportando como una niña. Tienes razón. ¿He de ser amable con él?

-Por supuesto. Aquí viene -dijo Bill y se puso de pie-. Ross, me alegro de verte. Quiero presentarte a mi prometida.

Aquella palabra sonó extraña al oírla de sus labios. (Tu nombre) se imaginó que debía de ser la primera vez que la pronunciaba ante alguien que no fuera alguno de sus empleados. No le extrañaba que le pareciera rara; a ella también se lo parecía. Fuera de Kaulitzwells parecía más seria, más real.

BUENO HASTA AQUÍ SE LAS DEJO XDD MÑN SUBIRE CAP. ASÍ QUE ATENTAS, YA QUE ES FIN DE SEMANA LARGO!!!! :DD COMENTE QUE ESO ME SUBE EL ANIMO

CAPITULO 17


-Quizá deberíamos ampliar el plano -dijo alguien del equipo de grabación.

-¡Silencio! -exclamó Jason-. Bill, (Tu nombre). Ese beso ha sido extraño. Repetidlo de nuevo y tratad de que no sea tan forzado.

-Jason, (Tu nombre) ya te advirtió que las imágenes del beso podían no quedar bien -dijo Bill, que parecía muy tranquilo-. Además, hace un par de horas desde nuestro último beso, ¿verdad, cariño? Será mejor que nos controlemos esta vez. ¿Estáis todos listos?

(Tu nombre) no lo estaba, pero no podía articular palabra en aquellos momentos. El segundo beso fue más frío y controlado y, tal y como había imaginado, más fotogénico. A pesar de que tenía los ojos cerrados, pudo percibir los destellos de las cámaras. ¿0 serían quizá los efectos retardados del primer beso? Sentía como si pequeñas descargas eléctricas recorrieran su cuerpo.

Bill continuaba estrechándola. La rodeaba por la cintura mientras apoyaba la cadera contra uno de los mostradores de la joyería. Tenía que poner fin a aquello antes de que él se diera cuenta lo aturdida que se sentía.

(Tu nombre) dio un paso atrás y tosió para aclararse la garganta.

-Estoy segura de que esta vez ha quedado bien. ¿Qué es lo siguiente que tenemos que hacer?

El director sacudió la cabeza.

-Un momento. Eso ha sido sólo una prueba para ajustar la luz y unas cuantas cosas más. Lo repetiremos una vez más y enseguida nos pondremos a trabajar en serio.

-¿Quieres decir que vamos a estar...? -comenzó a preguntar (Tu nombre), y se detuvo en seco.

-Pasar la mañana besándonos es una de las cosas más placenteras que se me ocurren -murmuró Bill-. Elijamos los anillos mientras hacen los cambios.

-¿Por qué? -preguntó (Tu nombre) observando los anillos de la bandeja-. Son todos muy parecidos. Grandes y redondos, grandes y cuadrados...

-¿Qué inconveniente tienes con los diamantes?

-Ninguno, siempre y cuando vengan con algún tipo de ayuda para llevarlos puestos.

Bill se cruzó de brazos.

-Si no te gustan, ¿entonces qué quieres?

-No importa, volveré a mirarlos para escoger uno -dijo (Tu nombre) mirando otra de las bandejas de anillos.

-Esas son piezas antiguas.

-Y únicas -comentó (Tu nombre)-. Únicas y tradicionales. Podemos mostrar que los almacenes Kaulitzwells se preocupan por los valores tradicionales, la continuidad del negocio y el compromiso de que seguirá ahí para las generaciones venideras. El servicio al cliente durará tanto como los diamantes que se venden en tus tiendas.

Bill la miró asombrado.

-No es mala idea.

-Yo me ocuparé de los lemas de la campaña, gracias -dijo Jason con voz impaciente-. Y ya los hemos elegido, ¿recuerdas? Está bien, estamos listos para seguir -añadió subiendo el tono de voz.

-(Tu nombre) no lo está. Todavía no ha elegido el anillo -dijo Bill.

-Ha dicho que no le importa el anillo -recordó Jason.

-Pero yo digo que sí importa -dijo Bill.

Mientras seguían discutiendo, (Tu nombre) continuó mirando los anillos. Al dar un paso para acercarse a las joyas antiguas, su tobillo se dobló por la falta de costumbre de llevar tacones. Rápidamente buscó el brazo de Bill para sujetarse y el anillo que llevaba puesto se enganchó con la manga de su camisa, sacándole un hilo y clavándose en la mano de él. El arañazo comenzó a sangrar y (Tu nombre) lo miró horrorizada.

-Lo siento, Bill.

Él se miró la mano.

-No hay duda de que ese diamante ha dejado huella -dijo frotándose la mano, y se giró hacia el encargado del departamento-. ¿Vendemos algo que pueda considerarse como un arma letal?

(Tu nombre) continuó mirando los anillos. Cegada por el brillo de los anillos, sus ojos necesitaron unos segundos para ajustarse y poder contemplar la belleza de las piezas más antiguas: collares, pulseras y pendientes que habían sido lucidos por varias generaciones. Había pocos diamantes y más piedras de otros colores. El oro no era tan reluciente como en los anillos modernos: su brillo se había perdido con el transcurso del tiempo. Algunas piezas presentaban algunas ralladuras que eran visibles sólo con una lupa.

A un lado de la bandeja había un estuche forrado con una tela azul. Dentro había un anillo de oro con una amatista ovalada. Era una joya muy sencilla y muy bonita, que llamó poderosamente su atención.

-Quiero ver ese anillo -dijo (Tu nombre) y, sin mediar palabra, el director del departamento de joyería sacó el estuche y se lo entregó.

Jason miró por encima del hombro de (Tu nombre) e hizo una mueca.

-Bill, ya hemos decidido esto. Estamos perdiendo el tiempo -protestó Jason.

-Cierto -dijo Bill tomando el estuche de las manos de (Tu nombre) y dejándolo sobre el mostrador.

Ella abrió la boca para protestar. Lo único que quería era probarse el anillo. No le llevaría más de quince segundos. Así que decidió seguir haciendo lo que se esperaba de ella: elegir un gran diamante y contentar a todos. Estaba claro que Bill no había hablado en serio cuando había dicho que era ella la que tenía que hacer la elección del anillo.

Bill tomó su mano. ¿Qué iba a hacer?

Él tomó el anillo de diamantes -que llevaba puesto, se lo sacó y lo dejó sobre la bandeja junto a los demás diamantes. Luego, sacó el anillo de la amatista y se lo puso.

-Bill, cualquiera de los anillos que habíamos elegido estará bien. Desde luego, mucho mejor que ese -dijo Jason.

Bill no dijo nada y se quedó callado contemplando el anillo en la mano de (Tu nombre). Ella, sin embargo, observó el gesto de impaciencia en el rostro de Jason.

-No importa, Bill. Elijamos un diamante y sigamos trabajando -dijo (Tu nombre).

-Sí que importa. Vas a llevar ese anillo durante una temporada, así que elegirás uno que te guste. ¿Qué te parece éste? -preguntó Bill sin dejar de mirar el que acababa de ponerle.

«Vas a llevar ese anillo durante una temporada», se repitió (Tu nombre).. Bill tenía razón: tres meses empezaban a parecer mucho tiempo.

El anillo era tan ligero que parecía no llevar nada en el dedo.

-Me gusta mucho -admitió ella-. No es tan aparatoso como los otros.

Bill pasó su dedo gordo sobre la amatista.

-No sé si habrá alguna alianza que vaya bien con este anillo.

«Vaya, ahora tenemos que comprar unas alianzas aunque no vayamos a usarlas».

-Podemos diseñarlas -dijo el joyero.

-¿De veras? -preguntó (Tu nombre)-. No sabía que también hacían eso aquí.

-Tampoco lo saben muchos de nuestros clientes -dijo Bill-. Así lo sabrán por los anuncios. ¿Has visto que buena idea, Jason? Y ahora, sigamos trabajando. Tengo una cita para comer.


CAPITULO 16


Cuando el director de publicidad la llevó al departamento de joyería dos horas más tarde, las cámaras ya estaban listas y Bill la estaba esperando. Estaba hablando con un hombre que llevaba unas lentes de aumento y al verla hizo un gesto con la mano para saludarla.

Jason le presentó al director de iluminación, que estaba colocando los focos, y luego se giró hacia las cámaras y dio algunas instrucciones.

(Tu nombre) no tenía nada que hacer, así que se dirigió hacia donde estaba Bill. La gruesa alfombra que cubría el suelo, junto a lo difícil que era caminar con aquella estrecha falda y los zapatos de tacón que llevaba, hacían que le costara trabajo caminar. Por suerte, Bill estaba muy concentrado en la conversación que estaba manteniendo y no le prestó demasiada atención.

-Gracias por el café, Bill.

Él se encogió de hombros.

-Era un café normal y no el capuccino que querías.

-No importa -dijo (Tu nombre) mirando a su alrededor. Le sorprendía que lo único moderno que hubiera en toda la tienda fuera el equipo fotográfico. Las lámparas eran antiguas y estaba segura de que los mostradores de madera y cristal llevaban allí desde que los almacenes Kaulitzwells se fundaron. Incluso el hombre con el que Bill estaba hablando, al parecer el director de la joyería, parecía llevar trabajando allí cien años.

(Tu nombre) se preguntó si la mercancía sería tan antigua como lo que veía a su alrededor. Pero de un solo vistazo comprobó que los escaparates estaban llenos de piezas modernas.

El director de la joyería le hizo un gesto a un dependiente y éste sacó una bandeja con anillos de compromiso.

-Mientras colocamos las cámaras, haz que miras las joyas. Después elegiremos los planos antes de grabar. Tienes que mostrarte asombrada.

(Tu nombre) miró la bandeja. Las joyas brillaban intensamente a la luz de los focos.

-¿Asombrada? -repitió (Tu nombre).

-¿Algún problema? -preguntó Bill frunciendo el ceño.

(Tu nombre) se quedó pensativa. La mujer que pretendía aparentar, la que iba a casarse con Bill Patrick Kaulitz, seguramente se mostraría maravillada al ver aquellas joyas.

-En absoluto -respondió amablemente.

-Bien. Porque todo esto está pensado desde hace mucho tiempo. Cada uno de esos anillos ha sido cuidadosamente elegido y no podemos perder el tiempo haciendo cambios.

(Tu nombre) dejó escapar un suspiro. Sin apenas mirar los anillos de la bandeja, alargó la mano y se probó el primero que tomó. Entonces reparó en los anillos. De todos los que había en la bandeja, aquél era el último que habría elegido. El diamante era espectacular, en eso tenía razón Jason. Pero era muy llamativo. La piedra sobresalía sobre un grueso anillo de oro.

«Eso es lo que te pasa por no fijarte», se dijo.

Se lo puso y emitió algunas exclamaciones de admiración. Por el rabillo del ojo vio que Bill contenía una sonrisa.

-No exageres, (Tu nombre). Probablemente ese anillo sea la piedra más valiosa de esa bandeja.

-Y probablemente la más cara -dijo Jason.

-No creo que sea un problema para Bill -murmuró y miró sonriente a Bill.

-Comencemos la grabación -dijo Jason-. Me gusta esa póse. Apoya la mano sobre la mejilla de Bill, míralo a los ojos y daos un beso.

Un beso que no podía ser un beso cualquiera, pensó (Tu nombre). Jason confiaba en que fuera un beso de cuento de hadas, del príncipe despertando a la bella durmiente. Lo cierto era que todo primer beso resultaba problemático, incluso en privado. Las probabilidades de que el primer beso entre dos personas que se conocían y se gustaban acabara en un incómodo choque de narices eran altas. Claro que nadie más que ellos sabía que aquél era su primer beso. Así que más les valía que todo saliera bien para no levantar sospechas.

(Tu nombre) quería gritar. ¿Por qué Bill no la había advertido de aquello? Aunque, si lo hubiera hecho, ¿qué habría cambiado? ¿Acaso habrían practicado antes? Quizá debería alegrarse de no haberlo pensado antes. Quizá a él tampoco se le hubiera ocurrido o, si así había sido, no le había dicho nada a propósito. En definitiva, tenía que haberse dado cuenta de que aquello pasaría. Mostrar una pareja que estaba a punto de casarse besándose era previsible, además de un magnífico reclamo para el comienzo de la campaña publicitaria.

-Las imágenes de personas besándose no siempre funcionan -señaló (Tu nombre)-. Muchas veces el resultado final no es el esperado. Fijaos en las películas de Hollywood. ¿No os habéis dado cuenta de que a veces los actores ni siquiera se miran a la cara durante las escenas de besos?

Jason la miró con el ceño fruncido.

-¿Quién está aquí al mando?

-Sólo estaba dando mi opinión -dijo (Tu nombre)-. Si vas a mostrar un primer plano...

-No habrá primeros planos en las escenas de besos.

-¿Escenas? -preguntó (Tu nombre) sorprendida.

-¿No te lo ha explicado Bill? -preguntó Jason en un tono que (Tu nombre) no supo diferenciar si era jocoso o irónico-. En cada anuncio, habrá una pequeña foto de los novios besándose junto a la fotografía en la que se os verá eligiendo las cosas.

(Tu nombre) se contuvo.

-Parece que Bill ha estado muy ocupado y no me ha explicado los detalles. Pero no importa, haremos lo que haga falta.

-Claro que si no quieres... -dijo Jason. Ahora era evidente que estaba siendo irónico.

-Por supuesto que quiero. Es sólo que no estoy acostumbrada a que algo tan íntimo como un beso sea captado para la posterioridad y mostrado al público. (Tu nombre) puso su mano izquierda, en la que lucía el anillo de compromiso, junto al rostro de Bill tal y como Jason le había explicado. La piel de su cara era cálida y sorprendentemente suave. La otra mano la colocó sobre el pecho de él y pudo sentir los latidos de su corazón.
Él la rodeó con sus brazos y (Tu nombre) sintió que sus músculos se contraían. El movimiento había sido muy leve, por lo que confiaba en que ni Jason ni nadie del equipo se hubiera dado cuenta. Pero era evidente que Bill sí se había percatado, porque la miró a los ojos inquisitivamente.

«Así que crees que no puedo hacer esto, ¿no? Pues deja que te enseñe un par de cosas», pensó (Tu nombre).

Él debió de percatarse de su mirada retadora, porque de repente apareció un destello especial en sus ojos. (Tu nombre) comenzó a moverse. Se puso de puntillas, acarició la mejilla de Bill y acercó sus labios a los de él. Él se quedó inmóvil, asombrado por su desparpajo, y (Tu nombre) se quedó sorprendida por su falta de respuesta. Aquel hombre había mostrado una natural capacidad interpretativa, por lo que no era posible que estuviera sufriendo un ataque de miedo escénico. ¿Acaso era insensible como el hielo? ¿0 pretendía deliberadamente levantar sospechas sobre su falsa relación, ésas que tanto pretendía evitar?

«Maldita sea. Está todo en juego. Lo menos que podría hacer es colaborar», pensó (Tu nombre).

Cerró los ojos y trató de mostrarse cariñosa, como si estuviera dando la bienvenida a su amante después de un largo viaje. Si hubiera dejado los ojos abiertos, se habría , percatado de lo que iba a ocurrir, aunque apenas hubiera supuesto diferencia alguna. Bill la estrechó entre sus brazos y la besó apasionadamente. Continuó besándola y de pronto sintió que todo se volvía negro a su alrededor. Cuando por fin Bill se apartó, apenas podía respirar: Los músculos de su cuerpo no reaccionaban. Era como si estuviera sufriendo un ataque de asma. Al menos, confiaba en que nadie se diera cuenta de su reacción.


lunes, 24 de octubre de 2011

CAPITULO 21


De pronto se dio cuenta de que no le había preguntado a Bill cómo debía dirigirse a su tía. Desde luego que no la llamaría tía Archie. Las generaciones más jóvenes podían llamarla así, pero la mujer que estaba en aquella habitación, con el té dispuesto en un juego de plata y un mayordomo a su servicio seguramente no apreciaría el apodo. Tendría que arreglárselas ella sola.

Dio un paso sobre la alfombra persa y vio por primera vez a la mujer que se estaba poniendo de pie para recibirlos. (Tu nombre) se quedó sorprendida al verla. No era como se la había imaginado. Pensaba que sería una anciana regordeta de pelo blanco, con un traje de marca y un collar de perlas.

Millicent Archibald era una de las mujeres más altas que (Tu nombre) había conocido. Su estatura casi igualaba la de Bill. Aquella mujer no se parecía en absoluto a la imagen mental que se había hecho de ella. Además de delgada y esbelta, llevaba unos pantalones de color caqui con un jersey rojo sin mangas, calcetines amarillos y una pulsera ancha de diamantes, cada uno de ellos de al menos medio quilate. Su pelo era negro con algunos mechones canosos y lo llevaba recogido atrás con un puñado de horquillas. Era evidente que no se había mirado al espejo.

Pero su mirada era tan penetrante como la de la dulce anciana de su imaginación. Millicent Archibald inclinó la cabeza hacia atrás, entrecerró los ojos y miró a (Tu nombre) de arriba abajo.

-Es absolutamente perfecta, Bill. Es lo que me esperaba de ti.

(Tu nombre) no sabía si tomarse aquellas palabras como un cumplido, pero decidió ser cortés y sonrió.

-Muchas gracias, señora.

-¡Gregory! -gritó la mujer-. Estás contagiando a otras personas. ¿Cuántas veces te he dicho que dejes de llamarme así'?

El mayordomo hizo una reverencia.

-¿Tengo que contestar a esa pregunta?

-Anda, ve y trae algo de comer -dijo, y se volvió a sentar en el sofá-. Llámame Archie. Todo el mundo me llama así menos Gregory -añadió posando sus ojos sobre (Tu nombre) una vez más-. Así que vas a ser la novia Kaulitzwells. Ha sido un cambio inesperado.

-¿Quién te ha contado lo de la campaña? -preguntó Bill.

-Caroline me llamó para ver si podía celebrar la fiesta de compromiso aquí. La invité para que viniera con Corbin a tomar té, pero me dijo que no podía -contestó e hizo una señal con la mano-. ¿Sabes servir el té, verdad?

¿Qué clase de pregunta era ésa? ¿Acaso tenía un doble sentido? (Tu nombre) estaba convencida de que así era, pero no sabía captar cuál sería el sentido oculto.

(Tu nombre) dirigió una rápida mirada al carrito del té. El juego de plata era más aparatoso de lo que le había parecido en un principia. Había toda clase de cacharros: grandes, pequeños y medianos. Había una jarra de lo que parecía leche, un azucarero y una fuente en la que no había nada.

La tía Archie continuó hablando sin esperar una respuesta.

-Nunca se me ha dado bien servirlo, así que me alegro de que lo hagas tú por mí.

(tu nombre) miró a Bill, pero no encontró su mirada. Tragó saliva y se colocó junto a la bandeja.

-¿Cómo quiere su...?

-Solo, en una de esas tazas pequeñas, querida.

La tetera de plata era más pesada de lo que parecía, por lo que (Tu nombre) tuvo que ayudarse de ambas manos para servirlo y no pudo evitar derramar algunas gotas. Aliviada por no haberse quemado, suspiró. Pero ahora que reparaba en ello, la tetera estaba fría.

-No te preocupes, querida -dijo la tía Archie-. Me refiero a esas manchas. Gregory disfrutará mucho. Esto le dará la oportunidad de sentirse superior.

(Tu nombre) llenó una taza. Aquel té desprendía un extraño y agradable aroma que despertó sus sentidos. Bill tomó la taza y se la dio a la tía Archie, quien dio un sorbo y sonrió.

-Creo que he exagerado por usar este antiguo juego de té. Hace tiempo que no tomaba té. Últimamente prefiero el bourbon. ¿Te sorprende, querida? Ya te acostumbrarás si quieres que nos llevemos bien.

-Francamente -dijo (Tu nombre)-, en este momento yo también preferiría tomarme un bourbon.

La tía Archie se quedó asombrada.

-Así que después de todo, no eres otra de esas mujeres llamativas. ¿Dónde te encontró?

-Bill y mi hermano son viejos amigos.

-Tengo que admitir que, por un momento, ese traje que llevas puesto me confundió. Me sorprende que Bill no te haya quitado ya esa ropa.

domingo, 23 de octubre de 2011

CAPITULO 15


Un cuarto de hora más tarde, seguía allí sentada jugando con una servilleta y estaba comenzando a ponerse nerviosa. Le parecía extraño que llegara tarde.

Pero, ¿qué estaba pensando? Lo cierto era que no conocía cómo era aquel hombre ni sus costumbres. La noche anterior se había presentado en su casa a la hora en que habían quedado, pero eso no quería decir que fuese siempre puntual.

El hecho de que fuera amigo de Dave no era una garantía de que aquel hombre no tuviera defectos. La idea que su hermano tenía de la amistad podía no coincidir con la suya. Joe, el amigo que se había encontrado en el bar la noche anterior, era una muestra de ello. Era capaz de provocar una pelea y Bill, al parecer, también. Aunque era curioso el modo en que había conseguido con tan sólo una mirada evitar que Joe se acercara.

A pesar de todo, Joe era un hombre muy agradable. Dave nunca le había concertado una cita con él, ya que su hermano se preocupaba excesivamente por los hombres que salían con ella. El hecho de que Dave la hubiera metido en todo aquel lío del compromiso con Bill no significaba que éste fuera más afín a ella que Joe.

Seguramente no tendrían nada en común, aunque aquella sonrisa... A pesar de que fuera una sonrisa encantadora, capaz de iluminar una habitación, no era suficiente para seducirla. Nunca más se dejaría engañar por las apariencias, como le había pasado con Pete Willis. Lo más prudente sería mantener las distancias con Bill. En cuanto a dotes seductoras, Pete parecía un principiante al lado de Bill.

-No te hagas ilusiones -se dijo (Tu nombre) en voz alta.

Un instante después oyó unos pasos tras ella y se enderezó en su asiento.

-¿Sueles hablar sola? -preguntó Bill.

-Sólo cuando me hacen esperar veinte minutos.

-Por eso he venido a buscarte. Se supone que habíamos quedado en el restaurante.

(Tu nombre) frunció el ceño.

-Esto es el restaurante, ¿no?

Bill sacó un walkie-talkie del bolsillo.

-La he encontrado, Jason -dijo al aparato, que emitió un sonido ininteligible y, girándose hacia ella, añadió-: Ahora que lo dices, no debería estar sorprendido por el malentendido, teniendo en cuenta el restaurante al que me llevaste anoche.

-¿Quieres decir que esto no es un restaurante? Sillas, mesas, servilletas, una máquina de refrescos...

-Esto no es el restaurante -dijo Bill haciendo hincapié en las dos últimas palabras-. Ésta es la cafetería, para tomar tentempiés y bebidas. Vamos arriba. Todos están esperando.

«Buen comienzo, (Tu nombre). Has empezado con el pie izquierdo. Si querías causarle una buena impresión...»

-¿Qué estabas haciendo? -preguntó Bill.

Ella dobló la servilleta que tenía entre las manos.

-Pensando en el logotipo para mi negocio -dijo (Tu nombre), y le pareció ver que Bill se estremecía, lo que le hizo sentirse mejor-. ¿Qué pasa con Tanner's? Me dijiste que te gustó la pizza.

Bill no contestó y se limitó a guiarla por la escalera mecánica hasta el piso de arriba, donde empujó una gran puerta de espejo. Tras ella había una enorme sala con las paredes de madera y más espejos, separada por columnas de madera pulida y llena de muebles antiguos y cómodos. En el centro de la habitación, unaa de las mesas había sido retirada para hacer sitio a una barra de la que colgaban perchas con diferentes prendas de vestir. Otra mesa había sido preparada como puesto de maquillaje.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, todos en la habitación se quedaron en silencio y se giraron para mirarlos.

-Ahora entiendo a lo que te referías con lo del restaurante -dijo (Tu nombre)-. El de abajo no tenía nada que ver con éste. ¿Crees que podrían prepararme un cappucino?

-No hasta que el restaurante abra a las doce -dijo el hombre malhumorado que estaba junto a la mesa del maquillaje, con espesas cejas oscuras y los brazos cruzados sobre el pecho-. Ya se nos ha hecho demasiado tarde. 

-Jason -dijo Bill-. Seguro que alguien por aquí sabe usar la máquina del café.

-(Tu nombre) nos está haciendo un gran favor y lo menos que podemos hacer por ella es ofrecerle una taza de café. (Tu nombre), Jason es el director de publicidad de la tienda.

Jason debía de ser el hombre con el que Bill había hablado antes a través del walkie-talkie para decirle que la había encontrado. (Tu nombre) miró al hombre con curiosidad. Estaba sorprendida del tono de voz que Bill había empleado para presentarla.

-No te preocupes. Puedo sobrevivir sin la cafeína. Es curioso cómo el restaurante se ha convertido en un vestuario.

Una mujer de pelo canoso que estaba colocando la ropa en los percheros se giró hacia (Tu nombre).

-Vamos a necesitar más espacio.

Era cierto. Había cuatro enormes percheros, todos ellos abarrotados de ropa.

-(Tu nombre), Arabella es la directora del departamento de ropa femenina -dijo Bill-. Y Justine es la directora del departamento de cosméticos. Os dejaré para que os pongáis manos a la obra.. Estaré en mi oficina. Cuando esté todo listo, avisadme.

(Tu nombre) dio un paso hacia él.

-¿No vas a quedarte? -le preguntó.

Bill esbozó su seductora sonrisa y (Tu nombre) sintió un nudo en el estómago.

«Recuerda, no te hagas ilusiones. Todo esto es una farsa de cara a los demás».

-Me halaga que te sientas más segura si me quedo, pero tengo que dirigir una cadena de grandes almacenes.

-No es cierto que me sienta más segura teniéndote cerca -dijo (Tu nombre)-. ¿Quieres decir que vas a posar en las fotos con ese traje que llevas puesto?

-¿Qué le pasa a mi traje?

De hecho, (Tu nombre) tenía que admitir que aquel traje le sentaba muy bien. Probablemente costaba más que toda la ropa de su armario.

-Está bien. Era sólo que...

-Entonces, te veré luego -la interrumpió-. Además, la novia es lo más importante en todas las bodas -añadió y se fue.

La directora del departamento de ropa femenina estaba estudiando detenidamente las prendas y miraba de hito en hito a (Tu nombre). Por el gesto en su rostro, era evidente que estaba allí a su pesar.

«Probablemente no le gusten mis vaqueros», pensó (Tu nombre).

Entonces, se fijó en la ropa que colgaba de los percheros. Más que prendas para una novia parecían los vestidos que una abuela se pondría para la boda de su nieta, todos con volantes y encajes. Seguramente por allí cerca habría alguna mesa llena de parcelas con las que combinarlos.

-¿No son estos vestidos... - (Tu nombre) hizo una pausa para buscar la palabra adecuada antes de continuar-, demasiado formales?

-Es de suponer que la prometida del señor Kaulitz sea una mujer sofisticada -dijo Arabella sin quitar los ojos del vestido de color rosa claro que había elegido.

Aquel vestido daba un nuevo significado a la palabra sofisticación.

Jason suspiró.

-No pierdas el tiempo, Arabella. Hay mucho por hacer.

Justine hizo un gesto a (Tu nombre) para que se acercara a la mesa del maquillaje. Encendió un potente foco y acercó una paleta de colores a su rostro.

-Tenemos que convencer al jefe de que lleve una fotografía tuya en su cartera -susurró.

-¿Porqué?

-Porque le pregunté de qué color tenías el pelo y me dijo que era algo así como marrón. Apenas sabía describirte, típico de los hombres. Por eso Arabella ha traído toda la sección de mujeres.

-¿Quieres decir que ha traído la colección completa?

-No exactamente. Ha traído todas las tallas y todos los colores.

-Porque Bill tampoco sabía cuál era mi talla, ¿verdad?

Justine sonrió.

-Lo único que le dijo a Arabella es que tenías una buena figura.

La sola idea de que Bill Kaulitz pensara que tenía una buena figura la hizo estremecerse. Aquello la molestaba, se dijo. Pero tenía que admitir que aquel hombre sabía conseguir lo que se proponía.

Hallo , como están todas?, ^.^ espero que bien, bueno le hablo para pedirle disculpas a todas por la demora del capitulo, y por su linda paciencia, bueno sin mas espero que les guste el capitulo y annyTk, amy_tokita-bil y fernanda d kaulitz agradecerles por sus comentario y fernanda bienvenida al fic XDD espero que lo disfrutes y que sigan llegando nuevas lectoras