martes, 8 de noviembre de 2011

CAPITULO 20


Saltar sobre los colchones? Seguro que era sólo una manera de hablar, se dijo Bill. (Tu nombre) no sería capaz de hacerlo, ¿verdad?

No, se dijo tratando de tranquilizarse. A pesar de que no le cayera bien Jason, no sería capaz de ponerse en ridículo sólo para enfadar al director de publicidad. Porque saltar con aquella estrecha falda que tanto le marcaba las caderas cada vez que daba un paso, era ponerse en ridículo. Al menos que, con cada salto, la falda dejara ver sus finas y largas piernas...

Esa mañana, al verla llegar a la joyería, sus ojos se habían dirigido directamente a las piernas de (Tu nombre). Aquella mujer tenía un par de piernas magníficas ocultas bajo los pantalones. Bill se preguntó si (Tu nombre) era consciente de la belleza de sus piernas. Probablemente, no. Si saltaba sobre los colchones, era tan sólo por molestar a Jason.

No le sorprendía que no le hubiera caído bien el director de publicidad. Jason no parecía estar teniendo un buen día.

La idea de que (Tu nombre) fuera capaz de llegar a límites insospechados sólo por molestar a Jason, lo fastidiaba. Le prestaba demasiada atención a su primo. Incluso cuando lo había besado, lo había hecho como una ninfómana pendiente de la reacción de Jason.

Por un momento se había quedado sorprendido cuando (Tu nombre) lo besó, pero enseguida se dio cuenta de lo que pretendía. Así que había decidido mostrarle que no estaba dispuesto a que nadie se riera de él y le había devuelto el beso. La había dejado sin aliento y apenas había podido mantener el equilibrio. Él se había quedado sin respiración y sus rodillas, tan débiles como las de ella.

Había adivinado lo peligroso que podía ser seducirla. Una mujer que hablaba poco, que besaba muy bien, que encajaba a la perfección entre sus brazos y que no era capaz de resistir un desafío. Pero, ¿por qué tanto empeño en destacar ante Jason?

Bill decidió dejar de pensar en Jason: ´´no merecía la pena dedicar atención a alguien a quien no podía cambiar y se concentró en Ross Clayton. ¿Qué hacía el presidente de uno de los grandes almacenes más importantes comiendo en un centro comercial un miércoles en lugar de estar en sus oficinas del centro de la ciudad?

Era una tontería tratar de buscar una explicación a aquello. Tan sólo estaba comiendo con sus hijos. Si lo que quería era hablar con él, sólo tenía que llamarlo

Aún ha sí, no podía dejar de pensar en el comentario que Ross había hecho. «Deberíamos quedar un día para charlar», recordó. ¿Había sido un simple comentario? ¿0 acaso tenía que decirle algo?

Era curioso que a (Tu nombre) también le hubiera sorprendido aquel comentario. No tenía experiencia en aquel negocio y no conocía a Ross Clayton, pero se había dado cuenta de que algo pasaba. Era evidente que (Tu nombre) prefería los grandes almacenes del otro lado del centro comercial y Bill comenzó a hacer una lista de posibilidades de por qué sería así. Prefería pensar en eso que recordar los besos que se habían dado.

Tenía que evitar que fuera a la competencia, costara lo que costase. Quizá después de todo, debería seducirla. ¿Qué mal podría hacer poner un poco de peligro en su vida? Eso la haría más excitante.



A pesar de la mirada curiosa de la secretaria de Bill, (Tu nombre) casi se quedó dormida mientras lo esperaba. Estaba sentada leyendo el periódico mientras él revisaba unos papeles en su despacho.

Bill tenía razón cuando había dicho justo después de la sesión de fotos de la mañana que nunca había trabajado sin hacer nada. Ella también estaba cansada y todavía quedaba la noche y el té con la tía Archie.

Cuando Bill salió de su despacho, (tu nombre) miró la hora.

-No quiero que tu abuela piense que llegamos tarde por culpa mía.

-Siento haber tardado tanto -se disculpó Bill.

-Está bien -dijo (Tu nombre) llevándose el suplemento de publicidad que había estado leyendo mientras lo espe raba-. Adiós, Carol.

Bill se detuvo junto a la puerta. -¿Por qué te llevas esos anuncios?

-No creo que sea buena idea dejarlo aquí en la sala de espera.

Salieron al pasillo y Bill se detuvo.

-Ahora que Carol no puede oírnos, ¿por qué no me dices la verdad?

(Tu nombre) sonrió.

-Está bien. Porque no he acabado de leerlo.

-Creí que habíamos quedado en que no irías de compras a Tyler-Royale, así que ¿para qué quieres ver sus anuncios?

-El sábado harán un descuento del cincuenta por ciento en toda la mercancía. Estoy deseando comentárselo a Arabella. Por cierto, ¿qué te ha tenido ocupado tanto tiempo? ¿Llamadas de antiguas novias?

-No, ¿por qué?

-Porque pensé que si sólo era trabajo, tu secretaria podía haberse ocupado de todo en vez de llegar tarde a la cita con tu tía. De todas formas, no tienes por qué contarme nada, así que acabaré de leer los anuncios.

-Dame eso -dijo él tratando de quitarle el suplemento publicitario.

-Si insistes, te lo dejo -dijo (Tu nombre) entregándoselo-. ¿Estás buscando algo en particular? Quizá pueda ayudarte y decirte en qué página está -Bill tomó el suplemento y lo tiró en una papelera-. No importa. Conseguiré otro ejemplar. De hecho, ¿crees que si voy a ver al presidente me ofrecerá un buen descuento?

Bill sonrió.

-Como quieras, pero su oficina está en el centro de la ciudad. No sé a qué ha venido hasta aquí hoy, pero no parecía por asuntos de trabajo. Quizá haya traído a sus hijos a ver a Santa Claus.

-¿En septiembre?

Bill se encogió de hombros.

-Las ventas de Navidad empiezan antes cada año.
(Tu nombre) hizo una mueca y él le abrió la puerta del coche de Caroline.

La casa de Millicent Archibald no estaba lejos del centro comercial, así que después de todo no llegaron tarde. Parecía una casa sacada de alguna historia de la literatura clásica, de estilo georgiano construida en piedra blanca y gris y una gran ventana en la fachada principal, además de un mayordomo impecablemente vestido de negro esperando para abrir la puerta tan pronto el coche se detuviera.

-Buenas noches, señor -dijo el mayordomo-. La señora está esperándolos en el estudio. Por aquí, señorita.

-Hola, Gregory -dijo Bill, y el mayordomo los guió a través de la casa hasta el estudio. La chimenea estaba encendida y un juego de plata con el servicio de té estaba preparado en un carrito. Sobre un enorme cojín de brocado descansaba un gato persa de ojos azules que parecía una escultura.

(Tu nombre) se enderezó. El té con la tía de Bill iba a ser más formal de lo que había pensado. Ahora entendía por qué Bill había evitado hablarle de su compromiso.



2 comentarios:

  1. :O en serio me perdii de mucho tu ficcc
    es k estaba algo ocupaditaaa jajaj
    pero ya lo lei y esta interesanteeeee
    la ameeee todoooo
    espero subas prontoooo
    y plis siguemeeee
    http://porqueelverdaderoamor.blogspot.com/
    se k no podras leerme pero con k me sigas me alegro jajajaa
    ok byee pero subeee y yaaa!!!!

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  2. Ahhh que no habia un cap 21!!! me muero juro que lo vi!! =D

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