jueves, 1 de diciembre de 2011

CAPITULO 37


Bill la había usado al igual que su ex prometido. La única diferencia entre Bill y Pete era que esta vez ella se había dado cuenta antes de que él la dejara.

-Os dejaré solos para que podías hablar -dijo (Tu nombre) forzando una sonrisa-. Hasta luego, Bill.

Se dirigió hacia la entrada de los almacenes Kaulitzwells en lugar de salir del centro comercial para que él no sospechara que algo no iba bien. Así pensaría que iba a prepararse para la sesión de fotos del día. Antes o después iba a tener que hablar con él. Si al menos pudiera dedicar un par de horas a despejar su mente... Ese sería el tiempo que él tardaría en darse cuenta de que se había ido. Si paseaba por las tiendas, los empleados la verían y entonces, cuando él preguntara dónde estaba, le dirían que por allí, porque la habían visto.

Estaba muy enfadada para que las lágrimas escaparan de sus ojos y no estaba dispuesta a que la vieran llorar. Tenía que mantenerse firme. Pero al pasar por el departamento de joyería, no tuvo más remedio que detenerse al ser llamada por el encargado.

-Señorita Malone, ¿puedo robarle un minuto de su tiempo? Quisiera que viera su alianza -dijo sacando un pequeño estuche de una pequeña caja fuerte que había bajo el mostrador.

El anillo seguía teniendo los dos aros que había diseñado en un principio aquel hombre, pero era diferente a cómo lo había imaginado. El oro no era brillante, sino mate, y no había ninguna piedra, sólo unas pequeñas marcas.

-No se parece en nada a lo que había imaginado viendo el dibujo.

-Pero lo hará cuando esté terminado. Todavía no está pulido ni las piedras engarzadas. Lo único que quería ahora es que se lo probara antes de empezar a colocar las piedras.

(Tu nombre) miró la amatista de su mano izquierda y se la quitó con tristeza. Sabía, desde el momento en que Bill le había puesto el anillo en el dedo, que no se quedaría en su mano para siempre. De hecho en aquel momento, ni siquiera deseaba que fuera así.

Observó cómo el joyero colocaba los anillos en perfecta combinación con la amatista. Al parecer, por la expresión de su rostro, el joyero estaba encantado con el resultado de su trabajo.

-Deje que tome algunas medidas. No tardaré más que un momento. Quiero asegurarme de que encajen perfectamente.

-No hay prisa -dijo (Tu nombre), y se dio cuenta de que aquélla era la oportunidad que había estado esperando. Estaba deseando deshacerse del anillo ahora que conocía las verdaderas intenciones de Bill-. Quizá sea mejor que se lo quede para que todo encaje a la perfección. Me aseguraré de esconder mi mano izquierda mientras se hacen las fotos.

El joyero protestó, pero ella insistió. Al cabo de unos segundos, (Tu nombre) se dirigió hacia la puerta de salida más cercana. Justine no estaba en la sección de cosméticos, lo que fue una suerte, ya que no habría sabido qué excusa darle para salir de los almacenes. Llegó hasta su coche y se quedó pensativa unos segundos, preguntándose dónde ir.

¿Cómo había sido capaz de no decirle la verdad? ¿Por qué no le había dicho que toda aquella campaña publicitaria escondía algo? Aunque, ¿por qué debería habérselo dicho? Al fin y al cabo, ella era una empleada más. Y los jefes no solían ir contando a sus empleados lo que ocurría con el negocio.

A pesar de que estaba enfadada con él, lo amaba. Si no lo quisiera tanto, no le habría importado que le hubiera ocultado una parte de la historia. Al fin y al cabo, era su empresa y no la de ella.

De pronto, se sintió tan agotada que apenas pudo mantenerse en pie. Encendió el motor del coche y regresó a su casa.

Había un coche rojo deportivo aparcado al otro lado de la esquina y se quedó mirándolo sorprendida. ¿Cómo era posible que Bill hubiera llegado antes que ella? ¿Cómo sabía que se había ido y dónde buscarla?

Pensó en no detenerse y seguir conduciendo, pero no le apetecía ir a ningún otro sitio. Además, cuanto antes se enfrentara a él, mejor, y quizá aquél fuera un buen momento para hacerlo.

Mientras

Bill no podía concentrarse en las cifras de las que Ross Clayton le estaba hablando. El rostro de (Tu nombre) volvía a su mente una y otra vez. Se había quedado consternada al percatarse de que había confiado en la única persona que más daño podía hacerle. Tampoco podía olvidar lo rápido que se había ido de allí.

-Escucha -dijo Ross-. Dejemos los números para más tarde, cuando puedas concentrarte.

-No tengo ningún problema -repuso Bill, y se puso de pie-. Lo siento, necesito un minuto para...

-Entiendo. En momentos como éste, me gustaría no tener sentimientos. Ve y arregla tus problemas personales y mañana seguiremos hablando.

Tenía que encontrarla y nadie en la tienda parecía saber dónde estaba. Justine no la había visto y tampoco Arabella. El encargado del departamento de joyería estaba muy ocupado y no le escuchó preguntar por (Tu nombre).

-Mire lo bien que encajan las dos piezas y cómo los diamantes acentúan la amatista -dijo el joyero.

-Ése es el anillo de (Tu nombre).

-Así es, señor. Cuando le enseñé la alianza esta mañana, me ofreció la amatista para que pudiera terminar el trabajo.

-¿Te dejó quedártela? -preguntó Bill. Había visto que la llevaba puesta cuando se la encontró con Ross. Lo sabía porque le había llamado la atención el temblor de sus manos. Así que había estado allí y le había dejado el anillo de compromiso. ¿Habría dejado algo más? ¿Lo habría dejado a él?-. Maldita sea. Dame ese anillo.


2 comentarios:

  1. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa mori, puuuuucha ya se va a terminar que triste u____u q felicidad encontrarse cn capis, me encanto el capi, sube pronto, bueno q mas puedo decir si subes :DDD q felicidad xD saludos x Iquique xD

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  2. TTT.TTT Perdon bill
    pero e dolio que me mintieras u.u
    pero bueno asi te amo C:

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